Qué es mejor, ¿la pechuga de pavo o el jamón york?

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Suele ser más recomendada en dietas de adelgazamiento, pero leamos la etiqueta. El pavo ha ganado popularidad gracias a su alto contenido en proteínas, agua (en torno a un 75%) y en vitaminas del grupo B y su poca grasa. Según la tabla nutricional del Ministerio de Agricultura, esta carne contiene 3,3 gramos de lípidos en una ración de 150 gramos, frente a por ejemplo los 34,5 gramos de las partes magras del cerdo. Tal es su penetración en las cocinas españolas que esta ave se comercializa no solo en filetes de pechuga o en forma de fiambre, sino como salchichas, hamburguesas o incluso chorizo.

No obstante, a la hora de hacer la compra siempre hay que echar antes un vistazo: como cualquier procesado, su etiqueta puede esconder algunas sorpresas. Igual que pasa con el jamón York o con los sucedáneos de queso.

La pechuga de pavo, a diferencia de otros derivados cárnicos, solo admite una variante según la normativa española. Mientras en el caso del jamón york, las lonchas pueden provenir de una mezcla de partes del animal —carne, o carne y grasa—, de una o varias especies, la pechuga de pavo solo puede proceder, como indica su nombre, de la pechuga de esta ave.

Eso sí, hay algo común a todos los procesados cárnicos: según el artículo 17 de la ley de calidad de los productos cárnicos, pueden llevar hasta un máximo de un 10% de féculas, entre otros ingredientes facultativos. No obstante, cuando el derivado cárnico contenga, como ingrediente caracterizante cereal u otro producto vegetal, podrá superar los límites marcados [por ejemplo, los filetes empanados].

Fuente: El País

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