Biotecnología alimentaria: producción e impacto

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El mundo enfrenta una crisis alimentaria debido a sequías, cambio climático, plagas, entre otros factores, por lo que es importancia escuchar a los especialistas.

“Algunas personas ven el potencial de la biotecnología para la seguridad y calidad de los alimentos en nuestra vida, para otros representa un cambio amenazante”, expresó Ariel Álvarez, investigador del Cinvestav y presidente del comité organizador del 14° Simposio Internacional de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (ISBGMO14).

Cuando se habla de transgénicos, la palabra intimida a la mayoría de la población debido a la información dividida sobre el tema; sin embargo, lejos de hablar de buenos y malos, ¿no convendría entender a mayor profundidad el tema? Se sabe por datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que el mundo enfrentará un aumento de 70% en la demanda alimentaria para el 2050, considerando una población de 9,000 millones de seres humanos.

Si, además, sumamos sequías, cambio climático, insuficiencia de agua, plagas, entre otros factores, es de vital importancia escuchar a especialistas en biotecnología alimentaria, que involucra áreas como biología, genética, agronomía, química y medicina.

Hoy, más de 300 investigadores de Estados Unidos, Brasil, Argentina, Colombia, Holanda, Suiza, Nigeria, África, Japón, Filipinas, por mencionar algunos, compartieron experiencias. Que México sea la sede no es casualidad. A nuestro país se le ha reconocido por ser pionero en el tema.

El doctor Inocencio Higuera Ciapara, director general del CIATEJ, aseguró en entrevista que hemos avanzado, pero tenemos que movernos más rápido, cambiar el enfoque y hacer una evaluación de riesgos de manera holística con todo el concepto de riesgo, no sólo del proceso y el producto final.

“Hay mucha confusión, pero el progreso va a seguir adelante, ya tenemos elementos mucho más precisos para hacer modificaciones al genoma como la biología sintética que nos permite hacer modificaciones a nivel de base (…) Esto es un nuevo conjunto de productos que se tiene que evaluar caso por caso, pero es un hecho”, dijo.

Esto requiere espacios de comunicación e integración de grupos sociales con académicos y reguladores.

La práctica en Argentina

Martín Lerma, director de Biotecnología de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca en Argentina, compartió su experiencia a El Economista. Aseguró que, aunque el (sistema regulatorio) mexicano es el más antiguo de Latinoamérica, su país lo ha hecho de manera ininterrumpida y cada vez más activa, “hoy tenemos liberado el comercio en unos 40 productos distintos y realizado sobre la base de análisis científico de comisiones asesoras para hacer análisis de riesgo, impacto productivo y económico”.

Hasta ahora esto funciona bastante bien en Argentina, “incluso algunos activistas se han acercado con sus objeciones y algunas se han tomado en cuenta en la medida del razonamiento, pero otras que lo han hecho a través de los medios, no han tenido trascendencia, pues no cuentan con un respaldo ni científico, ni de la sociedad”.

Dijo que la participación del público es fundamental y aunque no han enfrentado el problema cultural y la participación de los pueblos indígenas como en México con el maíz, Argentina ha adoptado la tecnología en lugar de especular y esto le ha traído beneficios al país.

Nos llevan la delantera

Alejandro Monteagudo Cuevas, presidente ejecutivo y director general de AgroBIO México, que agrupa a las principales empresas de biotecnología agrícola, explicó que la desinformación y los mitos permean y se quedan en el inconsciente colectivo.

“Hoy llevan la delantera los opositores. Sin embargo, está documentada la coexistencia de los distintos tipos de agricultura y la tecnología no excluye otras formas de producción agrícola”, expresó.

Dijo que “hoy somos observadores de la información científica para tomar las mejores decisiones, queremos escuchar lo que la ciencia tiene que decir, pues el potencial es enorme” y recordó que en el mercado ya existen casos de éxito con resistencia a insectos y herbicidas en cultivos como el algodón, que en los años 90 fue un cultivo olvidado por no ser costeable, pero hoy al ser genéticamente modificado, genera ganancias por 400 millones de dólares anuales.

Agregó que la falta de decisiones o las malas decisiones han frenado el avance. Es el caso de la investigación dirigida por el doctor Silverio García Lara, investigador SNI-2 y profesor del Tecnológico de Monterrey, quien presentó cuatro años de investigación sobre la coexistencia entre maíces genéticamente modificados y nativos mexicanos, pero que tuvieron que ser investigados en Puerto Rico, Arizona y Texas.

No existe tecnología perfecta

Pedro Rocha, del Institute for Cooperation on Agriculture, brazo técnico de la OEA, aseguró que no existe tecnología perfecta, pues es generada por el ser humano, “aun así ha demostrado ser poderosa y con efectos positivos, como las protecciones a herbicidas o insectos, mejora en los nutrientes, entre otros descubrimientos”.

Explicó que las resistencias serían los efectos negativos, pero esto ya se habría podido superar sin tanta reacción negativa en el mundo y por lógica los desarrolladores no han querido invertir.

Aseguró que en el tema de los transgénicos, lo que más les interesa es que, fuera de que el país decida si los usa o no, cuenten con marcos regulatorios claros.

“Brasil tuvo una moratoria basada en el miedo que alentó el comercio ilegal. Al ajustar el marco regulatorio, hoy es el segundo productor mundial con esta tecnología”.

El especialista en Biotecnología y Bioseguridad agregó que en agricultura, la tecnología es un complemento y no se adapta a todos de la misma manera, por ello, lo que se debe tener son todas las opciones bien documentadas, disponibles y legisladas, además de acompañadas con una buena estrategia de comunicación para distintos públicos, legisladores, ONG , movimientos organizados y sociedad en general.

Fuente: El Economista