Cambio climático: ¿mito o realidad?

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No sólo la temperatura del planeta aumenta: también se acalora el debate sobre el medioambiente. ¿La situación es realmente alarmante? ¿Hasta qué punto todo es culpa del hombre, o se trata en verdad de un ciclo normal de variación climática? ¿Qué rol juegan la ciencia, el periodismo y los intereses político-económicos?

En noviembre de 2012, medios en todos los idiomas publicaron una peculiar noticia: según la Organización Meteorológica Mundial, la temperatura media del planeta había aumentado medio grado centígrado. Hubo lectores que vieron en este artículo la prueba de que la Tierra se estaba convirtiendo en un horno infernal. Pero también hubo muchos otros que no se inmutaron ante el anuncio o hasta se regocijaron en lo que consideraron una buena nueva: ‘Entonces tan mal no estamos’. Claro que la gran mayoría de las personas no reaccionó ni de una forma ni de otra porque, al fin y al cabo, ¿qué significa medio grado de variación: mucho, poco, nada? Cuando se habla de cambio climático, ni el calentamiento de la atmósfera ni el derretimiento de los polos pareciera tomarse como una verdad de Perogrullo.

La única certeza en cuanto al clima es que una niebla espesa cubre el panorama del conocimiento generalizado. Si el ciudadano medio se queja de que el noticiero de la mañ;ana no logra acertar el pronóstico para esa misma tarde, menos lógico aún le resultará creer en cualquier proyección a 50 o 100 añ;os sobre el efecto invernadero. Y como si esto fuera poco, también crece la confusión %u201Cgracias%u201D a las teorías conspirativas, infaltables en cualquier gran polémica histórica. Así, varios aseguran que la cruzada ambientalista no es más que otra forma para que los poderosos logren mantener a la población atemorizada y controlada, mientras que encima algunos %u201Cgurúes verdes%u201D lucran con sus charlas y merchandising eco-friendly. En cambio, muchos otros sostienen que la manipulación es exactamente opuesta: serían las grandes corporaciones quienes financian campañ;as de desinformación con el objetivo de mantener sus industrias productivas, aún cuando eso signifique condenar a las generaciones futuras a enfrentar un escenario desolador.

¿Entonces, de qué lado estamos? La única manera de averiguarlo es haciendo un esfuerzo consciente y paciente por desmenuzar la cuestión. Negar una variación climática sería irrazonable, ya que el planeta es un organismo vivo y, como tal, su estado natural es estar en constante cambio. El quid de la cuestión sería entonces no si el planeta sufre transformaciones sino: ¿son esos cambios positivos, negativos o indiferentes a la supervivencia? De ser negativos, ¿estos efectos se encuentran dentro del rango aceptable o constituyen una real amenaza para la vida? Y el punto más álgido de la discusión: ¿hasta dónde estos cambios son antropogénicos, es decir, tienen como principal causa la acción del hombre?

La ciencia tiene la palabra

La doctora Inés Camilloni es una de las dos argentinas que integran el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), dedicado a elaborar un informe global sobre todas las investigaciones científicas relacionadas al cambio climático en un período determinado. El último informe se publicó en 2007 y el nuevo se dará a conocer a fines de 2013. Más de 1000 científicos en todo el mundo se presentaron a la convocatoria, pero sólo 200 fueron seleccionados: %u201CEn el IPCC, no negamos que existen factores naturales: causas geológicas, astronómicas, la influencia del sol. Sin embargo, con respecto a los últimos 60 o 70 años, no hay dudas de que el hombre ha afectado al planeta. Pensar que haya un complot científico internacional es bastante difícil%u201D, sostiene Camilloni.

El IPCC no genera nueva información por sí misma, sino que analiza toda la literatura científica publicada y redacta un informe de unas 500 páginas que sintetiza el estado actual del conocimiento acerca del cambio climático: %u201CAdemás del equipo de 200 científicos que estamos directamente involucrados en la investigación y redacción, el documento pasa por múltiples instancias de borradores, revisados a su vez por otros científicos que no integran en panel. Solo en su tercera versión, el informe recibió 30.000 comentarios. Nosotros tenemos la obligación de responder a cada uno de ellos y publicar esta ida y vuelta. Creo que, con esta metodología, el IPCC demuestra su interés por conservar la rigurosidad, el prestigio y la confiabilidad de su trabajo%u201D.

Hasta aquí, la labor del IPCC parece incuestionable. No obstante, los escépticos (o %u201Crealistas%u201D, según el bando que tomemos) cargan sus armas contra el panel, acusándolo de tender al engañ;o y a la catástrofe infundada. ¿Por qué? Sucede que el informe incluye también una proyección de posibles escenarios futuros. Para ello, el IPCC utiliza modelos climáticos: un conjunto de ecuaciones físico-matemáticas que intenta representar qué se espera que suceda en las próximas décadas. ¿Por qué se cuestionan estas proyecciones? %u201CPorque hay unos 50 modelos diferentes, producidos por distintos organismos, que no dan exactamente los mismos resultados. Entonces, los escépticos dicen que los modelos no son perfectos y es verdad. Pero sí logran reproducir la mayor parte de la realidad%u201D, indica Camilloni.

Las proyecciones del IPCC se basan sobre el comportamiento actual del hombre (%u201CDe 2008 a 2012, la Argentina emitió 174.718 kilotones de dióxido de carbono. Si estos valores se mantienen estables, entonces para el 2050%u2026%u201D). Por eso, estos escenarios futuros deben %u201Ctomarse con pinzas%u201D. Camilloni adelanta que, para esta nueva edición, el panel se propuso desafíos interesantes: %u201CEn general, el IPCC ha hecho proyecciones muy a largo plazo; el informe del 2007 hizo mucho énfasis en lo que iba a pasar a fines del siglo XXI. Esta información es valiosa pero no es tan útil para tomar decisiones. Entonces, ahora nos propusimos hacer foco en el período 2016-2035. Por otro lado, también empezamos a mirar hacia atrás para corroborar si las proyecciones que se hicieron desde 1990 %u2013añ;o del primer informe%u2013 hasta hoy se ajustan a lo que efectivamente pasó. Así, vamos construyendo el conocimiento sobre nueva información, pero también mirando hacia el pasado%u201D.

¿Hacia dónde vamos?

El cambio climático es un proceso paulatino y afecta de diversos modos a las personas según el lugar donde viven, la época del año, etc. Pero lo que sin duda cambió mucho es la ocurrencia de los eventos extremos: olas de frío y calor, inundaciones, sequías. Estos eventos extremos son los que producen mayor impacto en la gente y en los sistemas ecológicos. Cuando ocurren, nos damos cuenta de los efectos más medibles y concretos del calentamiento global.

¿Quiénes pueden frenar el calentamiento global?

Este es uno de los grandes cuellos de botella en la discusión. El país que mayor volumen de gases de invernadero emite hoy es China y el segundo, Estados Unidos. Pero a la atmósfera no le importa de dónde vienen los gases. Por más que haya responsabilidades individuales, hace falta una solución global para que no lleguemos a niveles peligrosos o absolutamente irreversibles. Estos niveles no llevarán al fin del mundo, pero sí puede generar nuevos equilibrios que podrían exigir nuevas adaptaciones por parte de las personas, y quizás no todos logremos adaptarnos.

¿Dónde está hoy el proceso hacia ese consenso global?

El debate sigue bastante enfrascado en quiénes tienen responsabilidad histórica y quiénes consideran que tienen el derecho a seguir desarrollándose. Año a año, la discusión termina estancada.
Una alarma de largo plazo

Los escépticos del cambio climático disparan contra los científicos, acusándolos de hablar como Nostradamus modernos. El IPCC es uno de los blancos favoritos, dada su relevancia en el escenario mundial, y en 2009 la polémica estalló (ver recuadro). Sin embargo, la doctora Camilloni, como representante del panel, no encarna con su discurso a uno de esos supuestos mensajeros apocalípticos. ¿Dónde está el cortocircuito? Si pensamos en cómo llega la ciencia al común de la gente, encontramos un tercer actor muy poderoso: el periodismo. Y ya sabemos que no hay nada más rentable para la prensa que una catástrofe. %u201CCreo que la cobertura de los medios tendió durante un tiempo a cierto discurso dramático, pero hoy percibimos una descripción más objetiva%u201D, asegura Camilloni.

Mariana Díaz es periodista ambiental en C5N y directora ejecutiva de la ONG R21. Es además una de los pocos argentinos capacitados por Al Gore para dictar la charla %u201CUna verdad incómoda%u201D, basada en el documental del mismo nombre. %u201CHistóricamente, la ciencia se escondía detrás de un lenguaje complejo, que solo unos pocos comprendían. Yo busco ser un puente entre la ciencia y la gente: quiero hablarle a Doñ;a Rosa sobre el problema medioambiental y poder informarla con un registro sencillo y universal%u201D, apunta Díaz.

Claro que la suya es una tarea compleja porque, como ella misma explica, el tema puede generar mucho miedo en la gente y, si se atemorizan, las personas se cierran y no escuchan. Del mismo modo, si se presenta el problema como demasiado grande, piensan que no lo pueden solucionar o lo entienden como una amenaza a futuro con la que deberán lidiar las generaciones venideras. %u201CLos seres humanos somos animales y reaccionamos para sobrevivir. Pero no todas las amenazas disparan nuestro instinto: si un hombre nos apunta con una pistola, corremos; en cambio, si fumamos, aunque sepamos que nos hace mal, no dejamos de hacerlo. El cambio climático, como el cigarrillo, es una alarma de largo plazo, entonces la gente no la percibe. Hay que romper un montón de barreras psicológicas.%u201D

La periodista ve en la disyuntiva %u201Cmito o realidad%u201D una de las preguntas más nocivas para lograr que la gente despierte: %u201CLa realidad es contundente, pero el cambio climático es un tema que no le conviene a mucha gente. Se hizo mucha propaganda en contra para hacer creer que el calentamiento global no era real, igual que en los añ;os 50 se mostraron a doctores fumando en las publicidades y se sacaron informes pseudocientíficos para sembrar la duda sobre lo nocivo del cigarrillo. Así, se retardó la reacción y recién ahora, décadas después, no quedan dudas de que fumar hace mal. ¿Cuánto tiempo perdimos?%u201D.

Díaz argumenta que dedicarse a debatir en lugar de actuar %u201Ces una locura%u201D: %u201CNo sólo el calentamiento global afecta al planeta. También tenemos contaminación de los suelos, del aire y del agua, deforestación. Yo digo en mis charlas a la gente que usen el sentido común. Que no me crean a mí ni a nadie. Que vayan al Riachuelo o a un basural y saquen sus propias conclusiones. Esta forma nuestra de hacer las cosas no se sostiene en el tiempo. Tenemos la oportunidad para empoderar a la gente: abrirles la posibilidad de soñar con otro mundo. Hay todo por hacer%u201D, concluye Díaz.

Huella positiva

El hombre camina por la Tierra y no puede evitar dejar su huella. Esto no debería ser algo necesariamente negativo: si bien marcamos la faz del planeta con bombas atómicas o topadoras, también lo hacemos con las pirámides egipcias o la muralla china. ¿Por qué no podríamos pensar que somos capaces de modificar el clima de forma positiva? Eso se propuso un grupo interdisciplinario de especialistas en Mendoza a fines de los 50, para intentar mitigar los efectos del granizo sobre los cultivos. Hoy, continúan la lucha antigranizo casi 120 personas, entre científicos, ingenieros electrónicos, agrónomos.

El doctor Alejandro De La Torre es profesor titular de la Universidad Austral y también director científico de la lucha antigranizo: %u201CLa iniciativa es un buen ejemplo de una respuesta concreta que puede dar la ciencia a un problema grave y urgente de la gente. Si pensamos que la producción agropecuaria es el motor principal de nuestro país, comprendemos la significación de una tormenta de granizo que destruye en minutos el trabajo de todo un año%u201D, razona.

De septiembre a marzo, la región sufre una tormenta de granizo cada tres días. Para que una partícula de granizo se forme, se necesita lo que se denominan núcleos de condensación a partir de los cuales empiezan a crecer las partículas de hielo, tomando agua que está a su alrededor a disposición, es decir, de la humedad ambiente. La estrategia de los científicos (básica y simple, pero por demás efectiva: en Francia, han logrado disminuir las tormentas en un 50%) es inyectar más núcleos en la atmósfera alrededor de los cuales se formen más partículas de hielo. ¿Y por qué querrían generar más hielo? Porque, si en vez de diez núcleos la tormenta tiene un millón, a cada núcleo le toca mucha menos agua y, por ende, esos núcleos son más pequeñ;os. Entonces, cuando precipitan en la atmósfera, producen menos dañ;o o ninguno.

Lo que se inyecta a la atmósfera es yoduro de plata: %u201CHemos hecho medidas y la concentración que llega a la tierra está completamente por debajo del nivel que podría ser perjudicial para los hombres, los animales o el agua. Por ende, ese tema está fuera de discusión. No obstante, la ignorancia hace que haya algunas resistencias. Todavía hay que derribar prejuicios y falta de información%u201D, explica De La Torre.

Casi 500 años más tarde, la reflexión del filósofo inglés Francis Bacon sigue vigente: %u201CLa información es poder%u201D. Ya es hora de desterrar los mitos y sacar nuestras propias conclusiones.

Fuente: http://www.austral.edu.ar/desdelaaustral/2013/05/06/cambio-climatico-mito-o-realidad/