El CCE enciende alarma en TLCAN

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Es preferible sujetarse a las reglas de la OMC para mantener el comercio bilateral los dos años y medio que le quedan a Trump en la Presidencia de EU y esperar a su sucesor para lograr un mejor pacto comercial, dice la plana mayor del CCE.

La embestida al sector agropecuario mexicano fue la primera de muchas que vendrán en las próximas rondas de negociaciones, pues aún faltan por venir los “golpes” de los negociadores estadounidenses en el tema de déficit comercial, capítulo 19 y laboral, situación que es inaceptable y que hace probable que México se levante de la mesa de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) 2.0, sentenció Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), reconoció la posición dura del gobierno mexicano durante la tercera ronda de negociaciones para la modernización del TLCAN realizada en Ottawa, Canadá, y dijo que los empresarios están dispuestos a avanzar en el resto de las reuniones “con respeto y dignidad”, pero no a dar pasos atrás que alteren y dañen el comercio de los productos agrícolas mexicanos.

“Preferimos una salida digna del TLCAN, y aguantar dos años y medio con las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), para esperar al siguiente presidente de Estados Unidos y de Canadá y llegar a un nuevo acuerdo, que hacer un mal acuerdo que nos marcaría por los próximos 25 años”, expresó el líder del CNA al cuestionarle hasta cuándo aguantarían las embestidas del gobierno trumpista.

El presidente de la máxima cúpula empresarial del país dijo que México no podrá cumplir con las condiciones que empieza a plantear el gobierno de Donald Trump, pues son acciones que corresponden a una realidad de hace 25 años.

“Existe una posibilidad de que nos levantemos de la mesa, las causas serán que no podamos cumplir, que los socios nos pidan circunstancias que ya no corresponden a la realidad de México; hoy nuestro país tiene producción tecnológica, hemos iniciado producción en aeronáutica, somos el cuarto exportador automotriz, somos décima o decimosegunda potencia agroalimentaria, la realidad es diferente a la de hace 12 años, vamos caminando en materia laboral”, explicó Castañón en conferencia de prensa a la cual acudió el pleno del CCE.

Con TLCAN o sin él, México cuenta con opciones de abastecimiento gracias a sus tratados de libre comercio con Latinoamérica, Europa y otras naciones como Ucrania y Rusia, aseguró.

“Fueron pésimas noticias para el sector agroalimentario y textil”, durante la tercera ronda del TLCAN, lamentó Bosco de la Vega, pues el gobierno de Donald Trump puso en la mesa una propuesta de temporalidad para no comprar frutas y hortalizas a México cuando tengan su propia producción, lo cual es “un proteccionismo inaceptable” .

México saldrá bien librado —mencionó—, pues acceder al mercado de EU le costará al sector agropecuario mexicano un arancel promedio de 4.5% (bajo las reglas de la OMC), en tanto que a ellos (EU), exportar a México les implicará un arancel de 12.5% en promedio. “Pero el señor Trump afectará al consumidor, no piensa en su consumidor sino generar empleos que ocupan hoy los robots”, cuestionó Bosco de la Vega.

Abundó que México envía un monto por 11,000 millones de dólares en frutas y legumbres a EU que, si deja de vender, los consumidores estadounidenses podrían quedarse sin esos productos, además de carne y perecederos. En cambio, México “tiene solucionado su problema con traer granos de Sudamérica”. Aunque, aclaró, no se trata de enfrentamientos, sino de fortalecer la región.

Las pláticas seguirán hasta la séptima ronda, establecida para diciembre, bajo el trabajo de dos pistas: la agresiva, que proviene del presidente Trump, y la operativa, que son los hombres y mujeres técnicos y negociadores de Estados Unidos, Canadá y México que se conocen desde la negociación del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).

“El gobierno mexicano e IP están bien plantados y no vamos a ceder”, advirtieron los empresarios.

Fuente: El Economista