¿Comeremos animales clonados?

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La oveja Dolly fue el primer animal clonado a partir de células somáticas de un individuo adulto mediante la técnica de transferencia nuclear, hecho que se dio a conocer en la prestigiosa revista Nature en 1997.

La transferencia nuclear se ha empleado para clonar más de una decena de especies de mamíferos, entre las que se incluyen las principales especies de abasto, como oveja, vaca, cabra y cerdo, además de ratones, ratas, conejos o caballos.

La clonación de animales de abasto tiene como principal objetivo producir individuos genéticamente idénticos a los que han demostrado tener cualidades especialmente interesantes para la producción ganadera, ya sea por su conformación, la calidad de su carne, su producción láctea, su resistencia natural a enfermedades u otra característica. De esta forma se pretende incorporar rápidamente dichas características en la ganadería evitando la incertidumbre asociada a la reproducción por cruzamiento sexual. Además de su utilización en ganadería, la clonación animal puede facilitar la conservación de especies en peligro de extinción. Asimismo, combinada con la modificación genética animal, es posible crear ganaderías transgénicas clónicas para la producción a gran escala de anticuerpos, medicamentos u otras sustancias de interés en la leche, huevos o secreciones de los animales.

En el año 2001 nacieron en Estados Unidos los primeros cinco clones de un toro selecto, %u201CFull Flush%u201D, y hoy día son ya varios centenares los ejemplares de animales de abasto clonados en diversos países, principalmente de ganado vacuno y porcino. No obstante, debido al alto precio de la clonación, lo más probable es que se reserve esta tecnología para clonar animales de gran valor agronómico y emplearlos como reproductores, mientras que para la producción de carne, leche o huevos se utilicen sobre todo sus descendientes. Está claro que la clonación ya no es algo que pertenece a la ciencia ficción, sino que es una realidad al alcance de las empresas ganaderas. Sus defensores la equiparan a otros métodos de reproducción asistida que se emplean habitualmente para la mejora animal, como la inseminación artificial, la fertilización in vitro o la transferencia de embriones, ya que no implica una modificación genética del individuo, sino que sería equivalente a obtener gemelos idénticos, pero nacidos en momentos distintos. Ante esta situación, en los últimos meses se ha abierto un amplio debate, tanto en Estados Unidos como en Europa, sobre la conveniencia de autorizar la introducción en la cadena alimentaria de productos procedentes de animales clonados y de sus descendientes.

El 28 de diciembre de 2006, la Agencia para Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) publicó tres documentos, aún pendientes de aprobación definitiva, sobre la seguridad de los animales clonados y sus descendientes para la producción de alimentos: análisis de riesgos, plan de gestión de riesgos y guía para las industrias. La FDA concluye que la clonación no supone mayores riesgos que otros métodos de reproducción asistida para la salud de los animales (los propios clones y las madres nodrizas) y que los clones que superan el periodo perinatal se desarrollan con total normalidad y al alcanzar la edad reproductora dan lugar a crías normales. Sin embargo, el informe reconoce que la frecuencia de nacimientos de clones vivos sanos es baja, sobre todo en ganado vacuno y ovino, y en ocasiones se producen complicaciones tanto en la gestación como en el parto (como el síndrome de las crías grandes, con fetos de gran tamaño, con edemas y problemas cardiovasculares y respiratorios). Con relación a la seguridad de los alimentos (carne y leche) obtenidos a partir de los animales clonados o sus descendientes, no se ha encontrado ninguna diferencia en la composición o alergenicidad entre estos y los obtenidos de animales producidos con métodos convencionales. Por tanto, según la FDA, los productos obtenidos de animales clonados (salvo en ganado ovino, del que no hay datos suficientes) no suponen ningún riesgo adicional para la salud de los consumidores y deben someterse a la misma legislación, controles y etiquetado que los convencionales. Pero, teniendo en cuenta que los documentos publicados están pendientes de debate público y aprobación, la FDA ha pedido a los productores de animales clonados y a la industria que por el momento no introduzcan en la cadena alimentaria los productos obtenidos a partir de ellos.

Inmediatamente tras la publicación de los documentos de la FDA, se conoció el nacimiento en una granja del Reino Unido de una ternera, %u201CDundee Paradise%u201D, descendiente de un clon de una vaca lechera selecta estadounidense. Aunque esta ternera no es un clon en sí misma, es hija de un animal clonado, lo que ha abierto el debate en Europa sobre la aprobación de esta tecnología para producción comercial de animales destinados al consumo humano. A diferencia del criterio seguido en Estados Unidos, los representantes de los 27 Estados Miembros de la Unión Europea han decidido considerar la carne y la leche de animales clonados o sus descendientes como nuevos alimentos y encargar a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) que formule una opinión basada en criterios científicos sobre las implicaciones de la clonación en la seguridad alimentaria, la salud y bienestar animales y el medio ambiente. El informe de la AESA podría estar preparado antes de terminar el año 2007.

La opinión científica de la AESA es un requisito previo necesario para establecer el marco jurídico regulador de la aprobación y comercialización de este tipo de productos. Sin embargo, para tomar una decisión política adecuada deben considerarse también criterios éticos y sociales, entre los que se encuentra la posible reacción de los consumidores a la introducción en la cadena alimentaria de productos procedentes de animales clonados. Además, uno de los aspectos más polémicos de esta tecnología es que tras el debate sobre la conveniencia de la clonación animal está latente el debate sobre las consecuencias éticas y prácticas que podría tener la clonación humana.

La población en general es reticente a aceptar un procedimiento de reproducción asexual antinatural y que puede suponer en algunos casos un mayor sufrimiento animal. Cada vez la sociedad es más sensible al bienestar de los animales y muchas personas no consideran ético copiar artificialmente individuos, que perderían su individualidad como seres vivos para convertirse en máquinas de producir carne, leche o huevos. Esta preocupación está recogida por Naciones Unidas en la Carta Mundial de la Naturaleza (1982), donde se establece que %u201CToda forma de vida es única y merece ser respetada, cualquiera sea su utilidad para el hombre, y con el fin de reconocer a los demás seres vivos su valor intrínseco, el hombre ha de guiarse por un código de acción moral%u201D.

Como todas las tecnologías, la clonación animal presenta ventajas e inconvenientes. Las ventajas para los ganaderos ya se han comentado: perpetuar en la ganadería las características excepcionales de determinados individuos sin el riesgo de perderlas al recombinarse genéticamente al azar mediante reproducción sexual. Pero esta ventaja tiene la contrapartida de la pérdida de diversidad genética, que debe evaluarse cuidadosamente y diseñar estrategias que eviten problemas a largo plazo. Por otra parte, ¿qué ganan los consumidores? Las autoridades sanitarias pueden garantizar que no existe ninguna diferencia entre la composición de la carne o la leche de una vaca clonada de la que no lo es (tampoco hay que olvidar que son muchos los factores que influyen en la composición y propiedades de la leche y de la carne y que, por tanto existe una gran variabilidad natural en estos productos), pero el hecho de que no supongan ningún riesgo para la salud no es ninguna ventaja con relación a la situación actual. Por ello no sorprende que, según un sondeo realizado recientemente en Estados Unidos, el 64% de los encuestados se negaría a comprar carne, leche o huevos de animales clonados, aunque la FDA los declare aptos para el consumo. Probablemente en Europa la situación sería similar. Los consumidores están más dispuestos a aceptar el riesgo que supone la incorporación de nuevas tecnologías cuando perciben un beneficio potencial para su salud (por ejemplo la disponibilidad de alimentos más saludables o que puedan prevenir factores de riesgo de enfermedades) que compense los riesgos. Asimismo, reclaman el derecho a estar informados sobre la naturaleza de los productos que adquieren y a decidir por sí mismos si desean o no consumirlos.

En este contexto volvemos a plantear la pregunta inicial: ¿comeremos animales clonados? Teniendo en cuenta el enorme potencial y aplicaciones de la clonación, la investigación para seguir desarrollando y perfeccionando esta tecnología es un fenómeno imparable. Seguramente en un futuro no muy lejano se autorizará la comercialización de alimentos procedentes de animales clonados y, sobre todo, de sus descendientes. Posiblemente también se autorice con posterioridad la clonación de animales de abasto modificados genéticamente. Sin embargo, estas decisiones no pueden tomarse a la ligera por su repercusión ética y los cambios que pueden implicar en la producción ganadera y en la industria alimentaria. Antes de proceder a la autorización, una vez evaluados científicamente los riesgos para la seguridad alimentaria, la salud animal y el medio ambiente, se deben establecer estrategias de control apropiadas para minimizar los posibles riesgos. Además, para garantizar la información veraz y suficiente de los consumidores, el proceso de aprobación de estos nuevos alimentos debe ser transparente y estar acompañado de campañas institucionales de divulgación científica sobre qué es lo que se autoriza y cómo se puede identificar en el etiquetado de los alimentos expuestos a la venta. Sólo así los consumidores podrán decidir libremente si desean o no incorporar en la cesta de la compra alimentos procedentes de animales clonados y, por tanto, la viabilidad comercial de este método de producción animal.

Fuente: http://www.madrimasd.org/blogs/alimentacion/2007/08/30/72940