En el futuro, la mayor parte de la producción de proteínas provendrá de la acuicultura. Así lo señala Nuria Urquía, representante para México de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), a quien no le cabe la menor duda.
‘El uso del pescado se plantea como una solución, aunque no la única, ya que es una proteína muy nutritiva y saludable’, dice.
‘Actualmente, la mayor parte de la producción acuícola viene de Asia, pero estamos viendo países que están siendo muy eficientes en América Latina, como Chile o Brasil, y esperamos que México también lo sea en unos años ya que tiene 11 mil kilómetros de costa. Estamos apoyando a Conapesca para identificar las zonas donde se puede desarrollar la acuicultura y ver cuáles son las inversiones públicas y privadas necesaria en el País’.
La necesidad de mirar cada vez más hacia el mar deriva de numerosos motivos, entre ellos el problema de crecimiento en los rendimientos de los cultivos, el aumento en el consumo de carne de los dos países más poblados del planeta y la limitación de la disponibilidad de la tierra, entre otros.
Sin embargo, numerosas organizaciones ambientalistas destacan los impactos de la acuicultura, entre ellos la contaminación de los sistemas acuáticos a través de la liberación de nutrientes, patógenos, químicos y fármacos; la introducción de peces y moluscos exóticos que escapan, infectan o se alimentan de especies nativas; y el entrecruzamiento de peces o moluscos de cultivo escapados.
Así como el incremento de la presión sobre especies marinas explotadas para producir alimento de peces o moluscos y el hecho de que la inadecuada disposición de residuos sólidos puede perturbar el hábitat de algas, moluscos, peces, mamíferos, aves y otros animales.
Un mundo más carnívoro
‘El incremento de la producción de alimentos ha ido siempre por delante del aumento de la población. Sin embargo, tenemos que ir un paso más allá porque vemos un escenario un poco diferente a lo que hemos vivido hasta ahora. Un escenario que viene condicionado por el cambio de la dieta de los dos grandes países del mundo, India y China’, explica Urquía.
El crecimiento económico de estos países, que tradicionalmente se han alimentado de arroz y pescado, ha hecho que cada vez demanden más carne. Y cada kilo de carne requiere, en promedio, 12 kilos de cereal. Esto significa que la demanda de cereal se tendrá que multiplicar un 60 por ciento a nivel mundial para poder abastecer estas necesidades en el año 2050, cuando seremos 9 mil millones de personas.
‘Es muy difícil para el resto del mundo decirles ‘no coman más carne porque el mundo no la puede producir’, pues el resto del mundo, sobre todos los países industrializados, han estado comiendo carne durante los últimos 100 años’.
La Tierra está al límite
¿Qué se necesitaría para producir la cantidad de alimentos necesaria para alimentar a todos? La pregunta es tan poco viable como la respuesta, dado que el planeta cuenta con un número determinado de kilómetros cuadrados de tierra cultivable y es con esa cifra con la que tenemos que trabajar. Y estamos llegando al límite.
‘Solamente existe un 5 por ciento de tierra adicional, y eso no es suficiente’, señala Urquía.
Además, el incremento en los rendimientos de los cultivos también está llegando a su máxima expresión.
‘Hace 20 años, el crecimiento de los cereales estaba casi en un 4 por ciento anual. Ahora están creciendo entorno al 1.2, 1.3 por ciento. Y cada vez van a crecer menos’.
Si la tierra cultivable está al límite, el agua dulce disponible para riego también es limitada.
México tiene un 78 por ciento de población urbana. El 22 por ciento de la población, que es la que habita en las áreas rurales, consume el 70 por ciento del agua para riego para dar de comer al resto de la población.
‘Con estos porcentajes, hay que sensibilizarse de que la inversión en sistemas de irrigación eficientes es fundamental y estratégico para el futuro’, apunta Urquía.
Del refri… a la basura
Junto a los problemas descritos anteriormente, está el hecho de que el 30 por ciento de la producción mundial de alimentos se pierde en los países desarrollados y no desarrollados, pero el origen de las pérdidas es diferente.
En los países en desarrollo se trata de una falta de infraestructura de almacenamiento, transporte deficitario y falta de cadena de frío, mientras que en los desarrollados la mayor parte de la pérdida se da porque el consumidor compra mucho más de lo que necesita, tira mucho más de lo que debería y compra por estética en el mercado, tirándose todo lo que no luce bien.
‘Esa mentalidad tiene que cambiar necesariamente. Tiene que haber una reflexión en el consumidor sobre el trato que hace de la comida’.
En el caso de México, el País pierde o desperdicia el 37 por ciento de los alimentos aptos para el consumo humano.
Según estimaciones del Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos de la Secretaría de Desarrollo Social, el desperdicio es equivalente a 120 millones de pesos en alimentos al año, una cantidad que serviría para alimentar a unos 12 millones de personas o 3 millones de hogares durante un año.
¿A cuánto el kilo?
Urquía señala que, actualmente, existe una falta de seguridad por parte del productor, que no sabe si podrá producir al precio que quería vender.
‘Al mismo tiempo, se crea mucha inflación alimentaria que influye directamente en la pobreza de la población, sobre todo la rural’.
La representante de la FAO en México explica cómo en la crisis de 2008 se dio un escenario de lo que podría suceder en el futuro.
‘Se produjo una crisis de precios de alimentos por una percepción de falta de oferta, lo que llevó a países exportadores como Tailandia a cerrar sus exportaciones y crear una falta de alimento en el mundo. Esto creó una crisis de pánico que se extendió rápidamente y una subida de precios totalmente fuera de la realidad’.
El resultado fue la compra masiva de tierra, especialmente en África, por parte de países con capacidad adquisitiva pero no productiva.