‘Omnes viae ducunt Romam’. Quedaba claro en la Tabula Peutingeriana, un antiguo pseudomapa viario del siglo XIII, que todos los caminos conducían a Roma. De la misma manera, según evoluciona la ética humana, aquellos principios y derechos que aplicamos sobre nuestra especie los proyectamos hacia los demás terrícolas.
El debate de la explotación que ejercemos sobre otros seres no deriva de una filosofía extrema ni de un segmento de la sociedad en total desconexión con la realidad. Se trata de un asunto identitario anidado en lo más profundo de nuestro fuero interno. Es la empatía la que azuza este fuego moral.
¿Acaso se discutiría si no qué seres pueden interpretar el dolor más allá de un acto reflejo provocado por sus nociceptores? No, a menos que deseásemos evitar cocinar animales vivos que puedan sufrir. El reflejo de nuestra ética, la ley, se moldea para proteger a los desamparados, y entre ellos figuran ya animales, plantas, hongos…
¿Acaso se nos revolvería el estómago sino al enfrentamos a las estremecedoras imágenes de auténticos esperpentos porcinos expuestas recientemente por el equipo de investigación de Jordi Évole en Salvados? En absoluto; y sin embargo esto ocurre y aviva las ascuas de una lucha en pos de la vida digna para los animales recluidos en granjas intensivas, la cual no es librada precisamente por cuatro ecoterroristas desquiciados. Es una contienda en la que la mayoría está de acuerdo: es injusto tratar mal en vida a un ser vivo privado de su libertad y condenado a morir para servir de alimento. Nuestro alimento.
Por eso Silicon Valley afirma con rotundidad que el consumo de carne no está reñido con el desarrollo y evolución de la ética humana. Aquellos que aún creen en un futuro utópico otean el horizonte en busca de las empresas rompeesquemas californianas.
La cuna de la informática se transforma en placa de Petri cárnica
Azotaban los calores estivales cuando la empresa emergente Memphis Meats lograba cerrar un trato con varios inversores ángeles por un monto de 17 millones de dólares. Entre ellos, personalidades como Richard Branson o Bill Gates.
¿La idea? La obtención de carne prescindiendo de los animales.
La tecnología está ahí. Durante las últimas dos décadas el conocimiento sobre los secretos otrora inescrutables de las células madre han revelado un potencial infinito. En consecuencia, no es descabellado pensar en la posibilidad de detener el sacrificio de animales con el propósito de conseguir carne y pasar a cultivar este producto.