El incremento de la producción animal puede tener efectos negativos en el medio ambiente si no se adoptan medidas que mantengan intactos los recursos naturales
Pese a que podría resultar paradójico, el sector ganadero puede llegar a generar más gases de efecto invernadero que el sector del transporte. Así de claro es un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que reconoce además que se trata de una de las prácticas más estrechamente relacionadas con la degradación del suelo y de los recursos hídricos. Unos problemas que, de no adoptarse nuevas alternativas, continuarán en aumento atendiendo a los datos que muestran que cada año se consume más carne y productos lácteos y que para el año 2050 podrían llegarse a las 465 millones de toneladas de producción mundial de carne.
Inducida por una cada vez más creciente población, la demanda de productos alimentarios procedentes de la ganadería crece año tras año. Este incremento podría llegar a duplicarse en los próximos 20 años, con la consecuente necesidad de aumentar la producción animal, según el informe Livestock?s long shadow, presentado recientemente por la FAO. Estas exigencias tienen también un elevado coste para el medio ambiente, ya que los expertos calculan que el ganado es responsable del 18% de las emisiones de gases que producen efecto invernadero. Todo ello sumado al hecho de que la ganadería «ocupa» actualmente el 30% de la superficie total del planeta, la mayoría de ella campos pero también cultivos. Para Henning Steinfeld, jefe de la subdirección de Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO, «el ganado es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales actuales» y deben adoptarse medidas «urgentes para hacer frente a esta situación».
La transformación en la producción de alimentos se refleja especialmente en el traslado de las prácticas ganaderas de las zonas rurales a las urbanas, donde se concentra cada vez más la superficie destinada a la producción de forrajes y el transporte y distribución de los piensos. El cambio se refleja también en la demanda de alimentos por parte de los consumidores, que apuestan sobre todo por productos porcinos y de aves de corral (aumenta el consumo de carne, leche y huevos), en detrimento de la producción de bovinos, ovinos y caprinos. Teniendo en cuenta que actualmente el 80% del crecimiento se da en sistemas industriales, no parece nada descabellado lo que propone la Iniciativa para la Ganadería, Medio ambiente y Desarrollo (LEAD, en sus siglas inglesas), que apuesta por mitigar los efectos negativos con nuevas tecnologías de producción. Y es que la producción agrícola intensiva, la que logra un equilibrio adecuado entre la intensificación de los cultivos y la cría de ganado, es compatible con una producción sostenible.
Revolución ganadera
Pérdida de biodiversidad, degradación de la tierra y contaminación del agua son algunos de los efectos de la producción ganadera intensiva, según la FAO Los cambios en la producción ganadera no son nuevos. Según datos del Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, en sus siglas inglesas), el 26% de las calorías que se consumen en países desarrollados y el 56% de las proteínas derivan de productos de origen animal. Los expertos prevén que la producción mundial de carne se duplique desde los 229 millones de toneladas de 2001 hasta las 465 millones de toneladas en 2050, y que la producción lechera pase de 580 a 1.043 millones de toneladas. Actualmente, los animales de producción de carne y leche suponen ya el 20% de toda la biomasa animal terrestre que, unido a la presencia de ganado en grandes extensiones de tierra y la demanda de cultivos forrajeros, también contribuye a la pérdida de biodiversidad. Según un estudio sobre 24 tipos de ecosistemas, 15 de ellos se encuentran amenazados por esta causa.
Agua, biodiversidad y cultivos son algunos de los más perjudicados de estos cambios. En el caso de los recursos hídricos los efectos limitan el suministro de agua, especialmente si se tiene en cuenta que se utiliza el 8% del agua que consume el ser humano, sobre todo a través del riego de los cultivos. Según el informe de la FAO, el sector ganadero es el principal productor de contaminantes del agua, que proceden sobre todo de los restos de animales, antibióticos, hormonas, fertilizantes y plaguicidas. Datos estadounidenses sugieren que en EEUU el ganado consume el 37% de los plaguicidas, el 50% de los antibióticos y produce una tercer parte del nitrógeno y el fósforo que contaminan el agua.
SOLUCIONES MÁS SOSTENIBLES
La protección ambiental pasa por un cambio en muchas de las prácticas que se aplican actualmente en el ámbito ganadero. Se trata, según el informe de la FAO, en cuya elaboración también ha participado la Iniciativa para la Ganadería, Medio Ambiente y Desarrollo (LEAD, en sus siglas inglesas), de disminuir los elevados costes medioambientales a partir de acciones concretas, que vendrán marcadas en función de los principales peligros.
En el caso de la degradación de las tierras, los expertos apuestan por restablecer las zonas más dañadas a partir de la conservación del suelo, mejores sistemas de gestión y, por último, protección de zonas sensibles. Las pautas establecidas para la industria ganadera mundial marcan también puntos concretos para la protección del clima. Se trata, según los expertos, de intensificar de forma sostenible la producción pecuaria y los cultivos para reducir las emisiones de CO2 producidas por la deforestación y mejorar la nutrición de los animales y el tratamiento del estiércol para reducir las emisiones de metano y nitrógeno.
Otro de los problemas que ha quedado reflejado en el informe es la pérdida de la biodiversidad, y su solución establece la integración de la producción ganadera con la protección de las zonas silvestres. Todo ello apoyado de ayudas a los productores que sí se comprometen con el medio ambiente. En definitiva, de lo que se trata es de hacer retroceder lo que denominan «la larga sombra del ganado» y de frenar el «uso excesivo de los recursos y las ineficacias del proceso de producción».
Fuente: http://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/sociedad-y-consumo/2007/03/01/26920.php