El agua es un insumo indispensable e insustituible para garantizar la salud social y promover el desarrollo económico. Asegurar la sustentabilidad de su abasto es una prioridad vital para la continua existencia de nuestra Ciudad de México.
Para lograrlo, tenemos que actuar simultáneamente sobre múltiples factores: la conservación de los ecosistemas que permiten su reproducción, la construcción de la infraestructura ambiental que aumente su disponibilidad, la reparación y rehabilitación de redes de distribución para evitar las fugas, la conducción y tratamiento de las aguas residuales para multiplicar su reuso, la educación de la sociedad para racionalizar su aprovechamiento, y de manera destacada, medir su consumo y recuperar su costo. Si no recuperamos los recursos invertidos, no podremos continuar ampliando los beneficios otorgados. La sustentabilidad en el manejo del agua no puede ser solamente ambiental, también tiene que ser financiera.
El subsidio que actualmente se le aplica al agua potable es consecuencia de la ausencia de una estrategia integral para su aprovechamiento sustentable. En promedio, su precio es tan sólo una tercera parte de su costo de obtención, potabilización y distribución. En la determinación de su costo al consumidor no se incluye la amortización de las inversiones en infraestructura de distribución, ni aquellas que son necesarias para conservar los ecosistemas de las áreas de captación.Tampoco se incluyen mecanismos para recuperar recursos que permitan ampliar artificialmente la recarga de los acuíferos, ni para continuar extendiendo la infraestructura de potabilización y distribución. Mucho menos, para cubrir los costos de la colección y tratamiento del agua residual para su reutilización. Así, es probable que en realidad sólo se estén recuperando diez centavos de cada peso invertido.
Actualmente el precio al consumidor es tan bajo y la aplicación de subsidios tan indiscriminada, que no se castiga el desperdicio, ni se hace rentable su reuso. Por el contrario, si se pasara a los consumidores su costo real, se estimularía su ahorro y se empezaría a hacer atractivo el captar agua residual, tratarla y reutilizarla en sustitución de agua limpia en muchos procesos industriales, agrícolas y de recarga de los acuíferos.
Por supuesto que la transferencia del costo real del agua a los consumidores tiene que ser socialmente equitativo. Pero actualmente, quienes más se benefician del subsidio son las familias que más ingresos tienen y más agua consumen. Las zonas urbanas de más altos ingresos tienen la mejor infraestructura para su abasto y volúmenes casi ilimitados asegurados. Las zonas populares, por el contrario, tienen escasa infraestructura y se encuentran al final de la fila de la distribución. Del mismo modo, por insuficiencias en el abasto y en las redes de distribución, alrededor de tres millones de habitantes reciben agua por tandeo dentro de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Un millón 200 mil personas más en la zona oriente del área metropolitana, y otras 200 mil, en el Distrito Federal, tienen que obtener su abasto adquiriendo el agua a través de camiones cisterna, cuyo precio por metro cúbico normalmente supera en más de diez veces el costo que cubren las familias de más altos ingresos.Así, mientras más pobres y más marginadas de la infraestructura urbana se encuentran las familias, más cara pagan el agua.
Por el otro lado están los consumidores industriales, que obtienen productividad e ingresos del uso del agua. El líquido es un insumo más del costo de producción y estos costos se transfieren al consumidor del bien o servicio final. Así, si se transfirieran los costos reales del agua potable al industrial, se estimularía la minimización de su consumo y su substitución con agua residual tratada en los procesos que lo permitiesen.
En términos financieros, los sistemas administradores de agua deben de operar cuando menos en equilibrio y de preferencia con superávit, pues solo así tendrán recursos para proteger y restaurar las zonas de captación, así como continuar ampliando y mejorando la infraestructura de abasto. Hacia el interior del sistema, deben de establecerse subsidios cruzados, de los grandes consumidores y de aquellos que obtienen un ingreso de la utilización del agua, hacia los que solo consumen lo necesario para atender sus necesidades individuales. Subsidiar indiscriminadamente todos los consumos, es restarle recursos a la inversión.
Y son cuantiosas las inversiones que hay que realizar, si hemos de atender las áreas que ahora carecen o reciben insuficiente agua en cantidad y calidad, así como para garantizar el líquido para las futuras generaciones. Si no hay inversión ahora, el problema del desabasto se agravará mañ;ana. Subsidiar indiscriminadamente el consumo es condenar a los más pobres a sufrir permanentemente ese desabasto y a pagar los más altos precios por el vital líquido.
Fuente: http://www.ibero.mx