Uno de los factores que ha influído en el cambio estructural de los mercados agropecuarios proviene de la oferta y ésta depende del uso que se le asigne a la tierra cultivable en cada país. En los países donde la tierra es escasa, ésta se utiliza de manera más intensiva en actividades como hortofruticultura y ganadería intensiva. Los países que crecen rápidamente, como los del sudeste asiático, tienden a expandir las actividades industriales en detrimento de la agricultura, utilizando de manera eficiente su acervo de capital físico y humano.
En la última década se ha presentado una movilidad del capital internacional hacia países periféricos con el fin de ubicar las plantas de las zonas productoras aprovechando, además, sus ventajas en cuanto a costos laborales y acceso preferencial a los mercados del mundo industrializado.
El reto de satisfacer adecuadamente la creciente demanda mundial de alimentos recaerá sobre el cambio tecnológico que se estima deberá ser responsable de cerca del 80% del incremento en la producción, ya que las previsiones sobre tierra y agua, conducen a no responsabilizar a estos factores de más del 20% en el incremento de la oferta.
Con posterioridad a la segunda guerra mundial y hasta la fecha, se han logrado ganancias importantes en la productividad agrícola mundial mediante la intensificación del uso de fertilizantes inorgánicos y productos agroquímicos, el acceso al riego y el uso de semillas mejoradas. A este patrón se ha añ;adido, en algunos casos, un fuerte componente de mecanización. Sin embargo, cada vez más, se constatan efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud humana derivados de este modelo tecnológico.
Los desafíos en materia tecnológica apuntan hacia el desarrollo de la biotecnología, las tecnologías ambientalmente sostenibles, incluyendo tecnologías en riego que eviten la creciente salinización de los suelos y el Manejo Integrado de Plagas.
Muchos analistas coinciden en señ;alar que los aumentos en productividad agrícola provendrán principalmente de los avances en la biotecnología. Este nuevo paradigma tecnológico basado en las nuevas técnicas de biología molecular que permiten cambiar la composición genética de plantas y animales, presenta un espectro muy amplio de posibles aplicaciones comerciales para la agricultura mundial. Sus avances han estado liderados por las investigaciones de un buen número de compañ;ías farmaceúticas recientemente fusionadas con las compañ;ías productoras y distribuidoras de semillas y agroquímicos de los países desarrollados, y bajo esquemas de patentes y licencias que les garantizan los derechos de propiedad intelectual sobre la comercialización de dichas innovaciones.
Las prioridades de la investigación en biotecnología en el mundol responderán a las necesidades de los cultivos subtropicales de interés para los PD, y se presentarán rezagos importantes en los resultados para los sistemas agroecólogicos del trópico y su biodiversidad, estratégicos para el desarrollo agrícola de los PVD.
Aunque el potencial de estas nuevas tecnologías es enorme, los aumentos reales en productividad esperados para América Latina serán moderados y, en consecuencia, unido con la actual falta de recursos financieros y humanos para trabajar en esta dirección, es posible que se retrase relativamente el progreso tecnológico de nuestros países.
La seguridad alimentaria tiene sus expectativas puestas en la biotecnología moderna (que aplica la tecnología del ADN recombinante para transferir, eficientemente, material genético de un organismo a otro), por su potencial de elevar significativamente la oferta de alimentos ya que permite crear variedades más resistentes a plagas y enfermedades; reducir componentes tóxicos, alergénicos o indeseables en cultivos; mejorar la vida útil de los alimentos, principalmente de las frutas y hortalizas frescas para consumo humano; introducir componentes promotores de la salud en los alimentos y, mejorar la calidad organoléptica y nutricional de los alimentos.
La otra tendencia tecnológica que representa grandes desafíos para latinoamérica, es la llamada agricultura de precisión, que consiste en la aplicación de los desarrollos de la informática y la automatización al desarrollo de los cultivos.
Varios factores limitarán la adopción de estas tendencias en América Latina. El principal de ellos es la falta de información sobre los principales sistemas agroecológicos de las zonas tropicales y, en segundo lugar, el insuficiente capital humano con la formación requerida para superar de manera oportuna estas limitaciones, así como de instituciones capaces de prestar los apoyos requeridos para su cabal implantación.
Los futuros impactos de la agricultura sobre el medio ambiente estarán determinados por dos fuerzas que actuarán en sentidos contrarios: la presión sobre la base de recursos naturales derivada de la intensificación y expansión de la producción agrícola y de la producción ganadera, y de otra parte, los aportes a la conservación y reproducción de los agrosistemas que se podrán derivar del avance tecnológico y de la respuesta institucional a los fenómenos de degradación ambiental causados por la misma agricultura.
Una tendencia en el consumo que se refleja en la producción es la demanda creciente por productos ecológicos. Existe consenso, a escala mundial, en que la agricultura ecológica se define como aquella en cuyo proceso de producción se utilizan prácticas naturales y biológicas que preservan la fertilidad de los suelos y la diversidad genética de los ecosistemas y prácticas de producción diversificada y no usan insumos de síntesis químicas. Se denomina producto ecológico a aquel cuyo proceso de producción se acoja a dichos parámetros y ha sido certificado como tal.
El continente europeo representa el mercado más grande de ecológicos en el mundo y una de las principales regiones productoras, con una participación del 23% en el total del área certificada en el ámbito mundial. Los primeros desarrollos se presentaron en Alemania y Gran Bretañ;a, entre los añ;os treinta y cuarenta, expandiéndose rápidamente a los Países Bajos, Suiza y el resto de Europa durante la década de los noventa, como resultado de las políticas de promoción y subsidio a la producción ecológica adoptadas por los países miembros de la Unión Europea en el Programa Agroambiental establecido por el reglamento 2078/92. En otras regiones, como Oceanía, que participa con cerca del 48% del total del área certificada en el mundo, Latinoamérica (con el 20%), Asia y África (con el 0,4%), la producción ecológica se desarrolló mucho más tarde a partir del crecimiento de la demanda en países desarrollados como los de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón.