¿Se imaginan una granja sin problemas con el vecindario, sin altos costos prediales, autosuficiente energéticamente, a salvo de plagas y muy cerca de insumos y mercados?
Los holandeses vuelven a hacerlo: ahora proponen granjas “flotantes” como una opción novedosa para la producción agropecuaria que resolvería varios inconvenientes actuales. Se trata de la primera granja, anclada cerca de Rotterdam, dentro del programa “Trans-farmation” (lo dice todo ese juego de palabras en inglés).
Si bien este prototipo se dedica a la producción láctea, es una idea que con retoques y mejoras podría venirle bien a nuestra avicultura, por lo menos en unos mares y lagos tropicales más tranquilos que los del Mar del Norte, o como mínimo en los que estén alejados de nuestro temperamental cinturón de huracanes y ciclones que tampoco respetan instalaciones en tierra.
A lo mejor ya está pasando aquí y no lo sabemos (o simplemente yo no lo sé). La iniciativa neerlandesa busca acercar la producción a sus lugares de consumo y educar al consumidor, acercándolo a la realidad de dónde vienen y cómo se procesan sus alimentos.
Son dos temas que también nos preocupan en el negocio avícola, pues se tienen las necesidades de mayores eficiencias logísticas y de contrarrestar la desinformación promovida por ciertos grupos de interés, lo cual nos resta competitividad y compradores, respectivamente.
Una instalación avícola en aguas someras de nuestras costas, cerca de los grandes puertos, reduciría el costo de los fletes por granos importados (en América Latina, solamente cuatro países son autosuficientes en soya y maíz amarillo, y uno de ellos no tiene mar).
A eso se le suman las ventajas de no tener vecindarios cerca que se quejen por olores, camiones y vectores (la ratas detestan el agua y a las moscas se las lleva el viento). Habría que pensar en tener también cerca las plantas de balanceados y las de procesamiento de huevos y aves. En más de un sentido, sería un entorno más que propicio para reforzar nuestras acciones en favor de la bioseguridad y la sostenibilidad ambiental. Menos plagas y mantener a raya a las aves marinas podrían ayudar a reducir el uso terapéutico de antibióticos.
Ahora, con tanto sol disponible, con tanto viento y hasta oleaje que podría aprovecharse con turbinas subacuáticas, la autosuficiencia energética para alimentar ambientes controlados estaría a la mano.