Hasta los años 50 se comía poco, un lujo para bodas y banquetes navideños. Hasta que un grupo de supermercados estadounidenses diseñó el ‘Pollo del Mañana’, como narra Andrew Lawler en su libro ‘Por qué cruzó el mundo el pollo; la épica saga del pájaro que impulsa a la civilización’
Parece imposible pero, hasta hace muy poco, el pollo no nos gustaba. Durante siglos se crió por los huevos de las gallinas y también para las peleas de gallos, hoy prohibidas en casi todos los países civilizados. En la época del Imperio Romano era el sacrificio preferido de los augures que buscaban en sus entrañas el resultado de las batallas, ya que su ferocidad y su porte hacían que se le considerase preferido de los dioses. Durante miles de años el pollo nos ha acompañado a lo largo de países y civilizaciones extendiéndose a lo largo y lo ancho del mundo. Pero nunca como ganado de carne ya que, al tratarse de un ave valiosa, se consumía poco.
Cuando había una fiesta se podía matar una gallina que hubiese dejado de poner o algún macho sobrante, pero era poco frecuente. Tanto es así que la carne de pollo adquirió un carácter casi legendario y sólo estaba al alcance de los ricos o de las más grandes ocasiones. El personaje Carpanta de los cómics de la postguerra española soñaba con hincarle el diente a un buen pollo asado.