Curiosa ironía que los avicultores sufran por insumos, sobreoferta, precios congelados o a la baja, y otros amasen fortunas vendiendo pollo preparado. En esta resaca post-mundialista, no me puedo contener de empezar acudiendo a una figura futbolera: el equipo de los avicultores en nuestra región sigue sufriendo en el mediocampo por haberse desentendido de las puntas.
Vamos a poner el balón en la cancha y a tocarlo poco a poco para tratar de anotar. El mediocampo tiene que ver con todo lo que hace un avicultor para que en 45 días pueda ofrecer un pollo listo para ser procesado, empacado y vendido al por mayor o al detal.
En eso la queja de extremo a extremo (perdonen tanta jerga balompédica) del continente es generalizada: los insumos son inciertos (con granos casi siempre importados, a veces caros, a veces baratos por contingentes o aranceles; ni las avícolas en los países exportadores de soya y maíz se salvan), otros costos al alza (energía, transporte, sueldos, vacunas), y los precios propios deprimidos por sobreproducción.