Los desafíos de la ganadería nicaragüense son aumentar su productividad, hacer frente al cambiante clima y mejorar la genética del hato, entre otros, todo ello sin dañar el medioambiente. Ganadería extensiva es el sistema predominante en Nicaragua. Muy poco se ha caminado hacia la intensiva, que consiste en producir más en menos áreas y minimizando el impacto al ambiente.
Álvaro Vargas, presidente de la Federación de Asociaciones Ganaderas de Nicaragua (Faganic), considera que en 100 años muy poco crecimiento ha tenido la ganadería, si tomamos en cuenta que es la actividad económica más antigua del país. Vargas identificó tres elementos que se deben tomar en cuenta para avanzar: genética, alimentación y manejo del hato. Comentó que como Faganic están promoviendo una ganadería sostenible y amigable con el medioambiente, pero basada en productividad. “Eso significa que debemos lograr incrementos en la producción y que se haga en las mismas áreas de fincas, para que la frontera agrícola no siga ampliándose”, afirmó.
Señaló que el incremento que ha tenido la ganadería nacional ha sido en áreas y “no verticalmente en productividad y producción”. “En el caso de la leche estamos estancados en producir entre tres y cuatro litros por vaca. Además, tenemos una carga animal por manzana bajísima, menos de media vaca por manzana de pasto”, ejemplificó. Un estudio realizado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), realizado a mediados del 2016, destaca que el promedio nacional de producción de leche es de 3.3 litros por vaca.
Vargas también señaló que los ganaderos del país siguen sacando novillos para el matadero entre los tres y cinco años. Comentó que la ganadería nicaragüense tiene grandes retos. “Contamos con el potencial, está el volumen de ganado y como nuestros índices productivos y reproductivos están todavía bajos, cualquier acción que el ganadero tome los efectos son multiplicadores.