La cría de ganado para “carne”

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Existen en la naturaleza especies emparentadas con el ganado doméstico que recorren las praderas, los desiertos, los matorrales y los bosques de todos los continentes, excepto la Antártica. La familia de los bóvidos comprende a más de 140 especies; entre ellas los bisontes, los antílopes, las gacelas, las cabras y las ovejas. En muchos sentidos, estos animales son un símbolo de lo agreste y salvaje de la naturaleza. El que puedan sobrevivir de una estación a la otra depende de su inteligencia, su resistencia y la agudeza de sus sentidos. En la siguiente sección utilizaremos el término “ganado” para referirnos a ambos sexos durante todas las etapas de sus vidas.

El origen de la mayoría del ganado doméstico se remonta a un antepasado común: el uro. El uro, actualmente extinto, era originario de los bosques del sudeste asiático. Aunque se ha practicado la selección sistemática del ganado doméstico durante miles de años, su anatomía básica, su fisiología y comportamiento son casi idénticos a los de su antiguo antepasado.

Por su naturaleza totalmente herbívora, el ganado pasa mucho de su tiempo pastoreando en rebaños y nunca muy lejos del agua. En un día normal, el ganado bebe 30 galones (113 L) de agua y consume 100 libras (45 kg) de material vegetal. Aunque el material vegetal es sumamente rico en nutrientes, se necesita más tiempo para digerirlo. Con el fin de aprovechar al máximo el valor nutricional de su alimento, los bóvidos evolucionaron con un estómago de cuatro cavidades.

Tras masticar su alimento una primera vez, este pasa al rumen donde se fermenta y es luego regurgitado para ser masticado una segunda vez y de nuevo engullido. Este proceso, conocido como “rumiado”, le permite al ganado ingerir grandes cantidades de alimento y digerirlo posteriormente mientras descansa escondido entre la vegetación. Los bóvidos son forrajeros crepusculares que se alimentan principalmente a la salida y a la puesta del sol.