En años recientes el conocimiento sobre la resistencia antimicrobiana y los riesgos que esta significa para la salud animal y humana, como mencionamos en un editorial pasado, ha tenido eco en diferentes sectores de la población.
Primero, los consumidores, conscientes de esta situación se han tornado más exigentes con respecto a la inocuidad de los alimentos de origen animal que llegan a su mesa. Segundo las instancias regulatorias de muchos países, basándose en nuevos descubrimientos científicos, han iniciado el establecimiento de normas sanitarias para proteger la salud de los animales y los humanos de estos estos riesgos, y tercero, los productores de carne, leche y huevo han respondido con iniciativas, estudios y acciones para buscar una alternativa al uso de antibióticos en la alimentación animal.
El uso de antibióticos en animales que producen alimentos para los humanos es de dos tipos: terapéutico o sea para combatir enfermedades causadas por patógenos susceptibles a dichos productos y subterapéutico, o sea a niveles bajos agregados a los alimentos balanceados para lograr un equilibrio positivo de los microorganismos gastrointestinales. Este equilibrio logra que el efecto negativo de ciertos patógenos se mantenga al mínimo, permitiendo así una mejor utilización de los nutrientes y por ende una mayor productividad de los animales para producir carne, leche y huevo, que a la larga, supuestamente, repercute en un menor costo para los consumidores.
Descontinuar el uso subterapéutico de los antibióticos representa, en primer lugar, un riesgo para la salud gastrointestinal de los animales, y segundo, una menor eficiencia en la producción de los alimentos mencionados. Por lo tanto, los nutriólogos, patólogos veterinarios y técnicos de varias disciplinas han buscado una alternativa a los antibióticos utilizados a estos niveles bajos en los alimentos para animales.
Una de las opciones más viables para substituir el uso subterapéutico de los antibióticos, de acuerdo a múltiples estudios científicos y de campo, ha sido el uso de aditivos en los alimentos para animales que influyan positivamente en el rendimiento y en el bienestar de los animales a través de la modulación de la microflora intestinal para lograr ese equilibrio positivo mencionado.
Los compuestos que reúnen estas características se conocen desde hace muchos años, sin embargo, en las últimas décadas han sido ampliamente estudiados en la alimentación humana y animal y se denominan PROBIÓTICOS, PREBIÓTICOS Y SIMBIÓTICOS.
Definiciones:
Los probióticos se definen como microorganismos o mezcla de microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, son beneficiosos para la salud del huésped (FAO y OMS 2002). Es importante señalar que esta definición implica una relación directa entre el concepto ‘probiótico’ y la salud de la persona o animal que lo recibe.
Los prebióticos se definen como ‘ingredientes alimentarios no digestibles que afectan beneficiosamente al huésped, estimulando de forma selectiva el crecimiento y/o actividad de una o un número limitado de bacterias en el colon’ (Gibson y Roberfroid, 1995).
Los simbióticos fueron definidos en los años noventa por Gibson y Roberfroid (1995) como una mezcla de probióticos y prebióticos que tiene un efecto beneficioso sobre el huésped, mejorando la supervivencia y la implantación de los aditivos alimentarios microbianos vivos en el tracto gastrointestinal.
Esta es una revisión de la literatura publicada recientemente sobre la naturaleza, uso y resultados del uso de estos aditivos; se incluyen artículos que se consideran ‘clásicos’ en el tema, especialmente los publicados en las últimas tres décadas del siglo XX y los más recientes en lo que va de este siglo XXI.
Los que desean conocer más detalles sobre este tema, en los portales de Midia Digital www.midiared.com esta semana se publican notas con datos sobre el uso de estos aditivos en diferentes especies, la cuales contienen múltiples referencias bibliográficas.
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