Los seres humanos tenemos la (casi) inevitable costumbre de analizar y etiquetar todo desde el*antropocentrismo*. Sabemos que los perros, igual que el resto de los animales, experimentan la realidad de una forma diferente, con códigos y estructuras sociales propias de su especie.
Sin embargo, una y otra vez juzgamos su conducta como si de otro humano se tratara. Eso es lo que ocurre, por ejemplo, con el tema de la *orientación sexual*. Son muchos los propietarios que aseguran que su perro se siente atraído por otros perros del mismo sexo y lo catalogan, por lo tanto, como homosexual. Pero, ¿existe realmente la homosexualidad en perros?
Como cualquier otra orientación sexual, la homosexualidad tienen un componente de identidad importante y de momento no sabemos con certeza hasta qué punto los perros son conscientes de sí mismos. Vemos lo que hacen, sí, pero -por desgracia- no podemos saber ni lo que sienten ni lo que piensan, así que cualquier conclusión sobre sus preferencias no es más que una suposición. Por otra parte, *comportamiento y orientación sexual son dos cosas completamente diferentes*. El hecho de que un animal muestre actividad homosexual, no significa que necesariamente sea homosexual. Al menos no en el sentido humano de la palabra.
Para los investigadores evolucionistas, la clave está en diferenciar entre un animal que tiene una preferencia a largo plazo por individuos del mismo sexo y un animal heterosexual que tiene determinadas conductas homosexuales, basándose en el interés que el mismo pueda o no tener en reproducirse con un animal del sexo opuesto.
Por ejemplo, según esta corriente de pensamiento, un perro homosexual que no pierda la oportunidad de reproducirse con una hembra en celo, lo más probable es que no tenga un identidad homosexual como tal. El problema de este tipo de teorías, es que, una vez más, abordan el tema desde una perspectiva humana, asumiendo que los perros viven la sexualidad de la misma forma que lo hacemos nosotros.