Una de las muchas tendencias que el Covid-19 ha acentuado, es el mayor interés de las personas por un buen estado de salud – lo que se ha convertido en un imperativo. Por lo que los consumidores quieren saber más cómo la alimentación diaria y la nutrición impactan en el sistema inmune y, por ende, en su salud y bienestar. Esta preocupación se extiende también a las mascotas y a la composición de sus dietas.
Un término acuñado para vincular la nutrición con el sistema inmune es la inmunonutrición. Aunque este concepto no es nuevo, expresado de otra manera, supone el potencial de modular la actividad del sistema inmune a través de intervenciones nutricionales específicas (Suchner et al., 2000; Calder, P.C. 2003). Estas intervenciones nutricionales: una suplementación externa de nutrientes por medio de rutas parenterales o enterales, estuvieron dirigidas principalmente a pacientes en estado crítico (con la intención de mejorar el curso clínico post operatorio).
Con la actual pandemia surgen preguntas como si podemos hablar de inmunonutrición en situaciones normales. O si podemos mantener un estado óptimo de salud a través de nuestra alimentación diaria, que nos permita tener un sistema inmune preparado para cualquier desafío y de esta manera reducir el riesgo de padecer enfermedades.
En este contexto, la inmunonutrición estaría relacionada directamente con los ‘alimentos funcionales’, o aquellos que van más allá de la nutrición básica y que promueven un beneficio para la salud. Entre los ingredientes y nutrientes que encajan en la categoría de alimentos funcionales y que tienen beneficios inmunes, la literatura científica identifica a los aminoácidos (como la glutamina, la arginina, la cisteína y la taurina). También a los nucleótidos, a los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (DHA y EPA), y a los ácidos grasos de cadena corta (como el ácido butírico). La literatura también identifica a las vitaminas (A, B12, C, D, E), a los minerales traza (como el zinc y el selenio), y últimamente se presta más atención a los probióticos y prebióticos.
La realidad es que todos estos nutrientes actúan como herramientas de ayuda a tres niveles de función y de capacidad inmunomoduladora: 1) en el nivel de la mucosa gastrointestinal; 2) en el nivel del sistema de la defensa celular; y 3) en el nivel de la respuesta inflamatoria local o sistémica (Figura 1).
Función de la mucosa gastrointestinal o de la barrera intestinal: Los nutrientes mencionados anteriormente sirven en este nivel como una primera línea de defensa contra la translocación de patógenos y de agentes antigénicos y tóxicos (contenidos en el lumen intestinal). La mucosa gastrointestinal impide la entrada a la sangre de estas bacterias y agentes nocivos que provocan en el organismo una respuesta inflamatoria. Por lo que el mantenimiento de la integridad de la estructura y de la funcionabilidad de la barrera mucosal –a través de compuestos nutricionales como prebióticos, probióticos, ácidos grasos de cadena corta y ciertos minerales– hace que estos puedan considerarse como herramientas de ayuda para dicha estabilidad. De esta manera, se ha demostrado que la suplementación con zinc tiene un efecto protector en la barrera epitelial, específicamente a nivel de las uniones estrechas en el epitelio intestinal (Wang et al. 2012; Miyoshi et al. 2016).
Función del sistema de la defensa celular: En este segundo nivel se incluye la respuesta celular específica y la no específica. Después de la barrera intestinal, la defensa celular representa la segunda barrera contra la invasión de patógenos y agentes nocivos; a través de la producción de células efectoras como los granulocitos (neutrófilos, eosinófilos, basófilos), los macrófagos, los linfocitos y las células plasmáticas. Estas son respuestas complejas que se coordinan a través de la liberación de las citoquinas y otros mediadores, donde los componentes nutricionales pueden modular el sistema de defensa celular y humoral mediante la formación de ‘mediadores’ o por una interferencia en la transducción de señal (como la fosforilación de proteínas). Por otro lado, muchos estudios han demostrado que existe una mejora en la respuesta celular como en la humoral, a través del aumento de los niveles de selenio en la ingesta y de igual manera con sustancias nutricionales como la glutamina, la arginina, los nucleótidos y los ácidos grasos poliinsaturados; que son importantes durante esta etapa de defensa.
Respuesta inmune inflamatoria local o sistémica: Los componentes esenciales en este tercer nivel se generan por la activación de los sistemas de coagulación y de complemento –sistemas en cascada– donde participan mediadores como las citoquinas, los eicosanoides, el factor activador de plaquetas y el óxido nítrico. Asimismo, se sabe que ciertas bacterias comensales influyen en el estado de activación de las células antiinflamatorias reguladoras-T (Treg), por medio de metabolitos como el butirato. De igual manera, muchas investigaciones indican que los niveles de selenio del huésped impactan directamente en los componentes del sistema inmune.
En resumen, la literatura científica continúa documentando los beneficios de varios nutrientes que son esenciales para la salud humana y de los animales de compañía, como las vitaminas (A, C, D, E, B12), los aminoácidos o los minerales traza (como el selenio y zinc). Además, es necesario destacar la importancia de la biodisponibilidad que estos nutrientes tengan en el alimento.
Finalmente, hallazgos recientes en la investigación del microbioma revelan que el microbioma intestinal afecta directamente muchas funciones del huésped, incluyendo la inmunidad. Por lo tanto, es muy importante que las dietas sean adecuadas y estén balanceadas proporcionando los nutrientes necesarios para una salud y función óptima de las células del organismo, incluyendo el sistema inmune. Ya que el tracto digestivo es donde procesamos el alimento y es responsable del 80% de la respuesta inmune, podemos entender el por qué la mucosa intestinal es la primera línea defensa. https://allextruded.com/entrada/la-primera-linea-de-defensa-la-inmunonutricion-en-humanos-y-mascotas-53479