Con la llegada del buen tiempo hay que extremar las precauciones ante las exposiciones prolongadas al sol de perros y gatos. Los animales también pueden sufrir los efectos nocivos de una exposición prolongada a la luz del sol. Aunque los problemas de piel derivados de esto no son muy frecuentes, cuando existen pueden causar lesiones muy importantes en perros y gatos.
El espectro solar está compuesto por aproximadamente un 40 % de rayos visibles, un 50 % de rayos infrarrojos y un 9 % de ultravioletas (UV). Dentro de los rayos ultravioleta podemos distinguir los A (UVA) que penetran profundamente en la piel y están relacionados con reacciones de fotosensibilidad (raras en perro) y los B (UVB) que dañan a los queratinocitos (células de la epidermis que producen queratina, sustancia que refuerza la piel), a los vasos sanguíneos de la piel y que pueden producir quemaduras.
Los efectos de los rayos UVB dependen de la dosis y la sensibilidad de la piel del animal. A su vez, la dosis de radiación del sol depende de la densidad de la capa de ozono de la estratosfera, la cantidad de nubes, la presencia de vapor de agua y el clima.
Parte de los rayos UV que llegan a la piel se reflejan, parte se absorben y parte se transmiten hacia las capas profundas. Dentro de la piel, los rayos producen una serie de cambios bioquímicos que son inocuos si el grado de exposición es bajo, pero que pueden terminar causando daños a diversos componentes celulares.
La melanina es un pigmento que da color a la piel y que puede ayudar a bloquear y absorber parte de la energía que llega con esos rayos, ya que se combina con los radicales libres que se producen tras una exposición prolongada a la luz; sin embargo, también puede favorecer que se liberen otras moléculas que pueden tener un efecto perjudicial sobre la piel. La falta de melanina en piel sin pigmentar o poco pigmentada hace que se absorba más radiación y por tanto que haya más posibilidades de que la piel se dañe.
Fuente: Especies Pro