Uno de ellos ha constatado que los perros reconocen su propio olor, y otros que los elefantes tienen consciencia de su cuerpo.
Solemos pensar que los animales apenas tienen consciencia y capacidades cognitivas avanzadas, pero la ciencia va desmintiendo poco a poco esta creencia. En los últimos años se ha demostrado que diversas especies son mucho más inteligentes de lo que creíamos. Por ejemplo, que los cuervos planifican, los perros reconocen su propio olor o que elefantes tienen consciencia de su propio cuerpo. Sin duda estos hallazgos conllevan una implicación moral: Deberíamos redefinir nuestra relación con los animales desde una perspectiva más “humana”.
El a menudo deleznable comportamiento del ser humano hacia los animales (un triste y aterrorizador ejemplo es que nos encontremos en medio de una extinción masiva que se ha dado en llamar extinción del Antropoceno) tiene en parte su origen en la visión que tenemos de ellos como seres “inferiores”, es decir, sin algunas de nuestras capacidades cognitivas como la autoconsciencia o la sensibilidad.
No debemos olvidar que en la base de la crueldad de nuestra especie se halla, según los neurólogos, la tendencia a desconectar neurológicamente (a no empatizar) de aquello que consideramos distinto. Dado que nuestras capacidades cognitivas más desarrolladas nos hacen pensarnos superiores –y, por tanto, diferentes- al resto de los seres vivos que pueblan nuestro planeta, la crueldad hacia ellos puede parecer legitimada.
Sin embargo, la ciencia va desmintiendo poco a poco nuestra visión de los animales no humanos (incluso nuestra supuesta superioridad cognitiva sobre otros homínidos, como el Neandertal, pero esa es otra historia).
Ya en 2003, una investigadora del pensamiento animal llamada Joëlle Proust nos enseñaba en un libro titulado Animaux Pensent-Ils (Les)? que los animales, al igual que nosotros, son capaces de engendrar conceptos y formar representaciones mentales, a partir de la información que obtienen de su entorno.
Fuente: Tedencias 21