El antropomorfismo es la atribución de las motivaciones, características y comportamientos humanos, a entidades no humanas. El término se originó en la antigua Grecia, a partir de las palabras griegas para ‘hombre’ y ‘forma’, como forma de describir la caracterización de los dioses, en términos humanos.
Según un estudio publicado en Science, cuando los seres humanos no tienen acceso cognitivo a algo o la capacidad de experimentar, entender o comunicarse con él, a menudo tratan de darle sentido, viéndolo como una extensión de sí mismos. Asumen que sus procesos de pensamiento y motivaciones son similares a los suyos y se identifican con ellos.
Las personas son más propensas a antropomorfizar cosas o seres que miran y actúan como ellos mismos: animales que tienen rostro o que caminan. Tienden a personificar más a un perro que un árbol o a un oso que a un insecto.
Este sentimiento de una relación ‘personal’ puede beneficiar tanto a los humanos como a los animales, especialmente a aquellos que dependen de los primeros para conseguir alimento y refugio. Un reciente estudio japonés encontró que la mirada de un perro puede aumentar el nivel de oxitocina del propietario, la llamada ‘hormona del vínculo social’.
¿Los animales tienen personalidades?
Utilizando la ‘teoría de juegos’, los investigadores de la Universidad de Groningen en los Países Bajos han sugerido que las personalidades de peces, aves y mamíferos, pueden estar vinculadas a la supervivencia evolutiva y a la reproducción.
Pero, ¿es la personalidad sólo un comportamiento consistente o una emoción? Según Scott Blais, el cofundador y director del santuario del elefante en Hohenwald, Tennessee, los animales tienen sus propias necesidades individuales y especiales y presentan características únicas y diferenciadas.
El Santuario tiene más de 2.700 hectáreas y es el mayor refugio natural para los elefantes asiáticos y africanos en peligro de extinción en EEUU. La prioridad número uno es el respeto, la salud y la privacidad de los animales y el Santuario se basa en el supuesto básico, de que cada elefante tiene necesidades y personalidades distintas.
Los extremos son peligrosos
Antropomorfizar a los animales es un arma de doble filo. Si al otorgar características humanas y motivaciones a los animales, se los ve como seres dignos de cuidado y consideración, también es posible hacerlos culpables de sus actos.
Cuando una orca en SeaWorld ahogó a un entrenador, el mamífero marino, que ya había estado implicado en dos muertes anteriores, fue catalogado rápidamente como un peligroso asesino y hasta se pidió su eutanasia en las Redes Sociales.
La Humane Society y el parque marino recordaron a la gente en un comunicado, que las motivaciones del comportamiento de los animales son complejas y que un animal no puede calificarse de ‘asesino en serie’.
Los científicos sostienen que hay una línea muy fina, que separa el intento ‘muy humano’ de entender a los animales y el concebir su comportamiento como personalidades cohesivas, con motivaciones psicológicas o emocionales y tratarlos como personas.
E insisten en que, respetar a cualquier criatura es apreciarla por lo que es. Scott Blais lo describe perfectamente cuando dice que: ‘un elefante, tímido o valiente, juguetón o solitario, sigue siendo, en primer lugar, un elefante’.
Fuente: EcoTicias