Durante mucho tiempo los adiestradores recurrieron al alemán, por sus palabras breves y sonoras. Hoy sabemos que ninguna lengua es la mejor para el adiestramiento pues el perro no entiende nuestro vocabulario en sentido estricto y, sin embargo, obedece.
Elegir un idioma es cuestión de comodidad para el adiestrador porque el perro aprende a obedecer de igual modo. En efecto, no entiende lo que se le dice, y lo que hace es asociar unos sonidos fonéticos concretos a un comportamiento. Algunos adiestradores recurren a palabras en alemán o en inglés, por la brevedad y contundencia de estos idiomas, donde muchas órdenes pueden darse con palabras monosilábicas, a diferencia del español. Pero lo cierto es que hasta se puede inventar un idioma propio para educar al perro, la única condición es que cada orden sea dada con una palabra corta, preferiblemente monosilábica y emplear siempre la misma.
Y aquí se encuentra uno de los principios que deben guiar la educación verbal del perro, la sencillez. Los perros no retienen las palabras largas o complejas, sólo captan la entonación que les transmite el estado anímico del emisor y las sílabas o sonidos finales de esas palabras. Un perro que se llame %u201CAlf%u201D responderá igual a %u201CRalf%u201D, por eso es importante dar instrucciones concretas. Los perros tienen una importante facilidad de aprender palabras o, más acertadamente, de asignar etiquetas verbales a diferentes objetos y comportamientos; es un signo claro de que poseen cierto grado de inteligencia.
¿Realmente aprenden?
El aprendizaje no siempre requiere instrucciones formales. En el día a día con el perro nos dirigimos a él con palabras, por lo que si tenemos en consideración que todo adiestramiento futuro irá acompañado de órdenes verbales, podemos utilizar la vida cotidiana para enriquecer la capacidad de asimilación verbal del animal. Cuantas más palabras el perro asocie a acciones concretas, más sencillo resultará su adiestramiento formal futuro. Por ejemplo, si antes de subir al coche decimos %u201Carriba%u201D o al salir de él %u201Cfuera%u201D, estaremos dándole una instrucción básica que va a resultar valiosa cuando haga falta que nos obedezca a partir de la edad apropiada para su educación.
¿Hasta qué punto el perro entiende tu esfuerzo por comunicarte con él? La mayoría de las órdenes verbales que enseñamos a los perros se sostienen en simples asociaciones aprendidas. Los perros se apoyan mucho en claves contextuales, como nuestra expresión facial, el tono de voz empleado y la gestualización corporal para responder adecuadamente y, con frecuencia, lo que les decimos queda en un plano secundario. Esto puede probarse con un perro que esté bien adiestrado y responda a la perfección a las órdenes verbales. Si se le da una orden verbal que habitualmente cumple sin dificultad, pero se hace utilizando un interfono, sin la presencia humana, responde con dificultad o no responde a la orden. Por el contrario, si al mismo perro, teniéndolo en su presencia, el adiestrador le ordena %u201Ctentado%u201D en el mismo tono de voz con que le da el comando %u201Csentado%u201D, veremos que el perro obedece sin notar la diferencia. No es una exageración; casi seguro que un perro bien adiestrado acudirá a nuestro lado digamos lo que digamos si se parece al comando de la orden. %u201C¡Junto!%u201D, y el perro viene. Pero ordenas %u201C¡difunto!%u201D o %u201C¡barrunto!%u201D o %u201C¡Sagunto!%u201D y no habrá diferencias sustanciales en la respuesta del perro. ¿Por qué? Pues porque el perro responde a todo un conjunto de circunstancias como son el tono general de voz, los gestos que acompañan a la orden y las circunstancias generales en que se produce la situación. Lo otro, las sílabas, es casi superfluo.
Algunos adiestradores en Estados Unidos han llegado a sustituir las palabras por entonaciones vocales, obteniendo respuestas más rápidas de los animales. En lugar de %u201Cjunto%u201D, un sonido gutural agudo funciona bien, y para obtener el %u201Cechado%u201D utilizan una especie de gruñido burdo. Por lo tanto, lo menos importante son las vocales y consonantes empleadas en el adiestramiento; lo fundamental es utilizar exactamente los mismos comandos en exactamente las mismas circunstancias.
Estás en el campo, con el perro, y le dices: %u201CVamos, Sultán, busca, ahí, ahí, miras detrás de esas zarzas, muy bien hecho, Sultán, busca%u201D. Realmente el perro entiende algo similar a: %u201CBla, bla, Sultán, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, Sultán, bla, bla%u201D. Pero eso no es lo importante, lo que importa es que el perro sea capaz de entender los deseos que expresamos verbalmente y procura darnos satisfacción, aunque el mecanismo de esa comprensión sea más complejo que el entendimiento de nuestro vocabulario.
Uso correcto del lenguaje
Cada palabra relacionada con una orden debe utilizarse exclusivamente cuando se pretende que el perro realice la acción determinada que la misma designa. Todo perro medianamente inteligente está capacitado para asociar dos o tres palabras a una misma orden (por ejemplo, para que el perro acuda podemos utilizar %u201Cven%u201D, %u201Caquí%u201D y %u201Cjunto%u201D), pero el adiestramiento será mucho más eficaz si empleamos siempre la misma orden.
Stanley Coren, autor de libros sobre perros y su comportamiento, asegura que un perro normal puede aprender unas 165 palabras, incluidas señales, y los más inteligentes, los %u201Csuperperros%u201D, hasta 250 palabras. Coren ha contado que la capacidad máxima de aprendizaje de palabras la estableció %u201CRico%u201D, un labrador retriever que aprendió 200 palabras con gran rapidez. La comprensión social de los perros es altamente sofisticada porque su entorno de vida es el nuestro, por eso no sólo se pueden comunicar con nosotros a través del lenguaje corporal y gestual, sino que pueden distinguir características propias de nuestra habla. Hay tres tipos de inteligencia canina: instintiva (recibida por herencia genética), adaptativa (la capacidad de aprender del entorno para resolver problemas) y de obediencia o trabajo (el equivalente al %u201Caprendizaje escolar%u201D). Las palabras son una de las principales herramientas con que el adiestrador cuenta para que el perro progrese en el desarrollo de este último tipo de inteligencia.
Pruebas curiosas
En el Harvard Canine Cognition Lab que dirige Mar Hauser, doctor en biología evolutiva, trabajan para conocer la verdadera capacidad comunicativa del perro. Tratan de averiguar si el perro puede aprender más allá de los sencillos gestos de comunicación con que establece su relación con los entrenadores caninos. El investigador mira fijamente a los ojos de un setter inglés y deja caer un trozo de carne en un cubo marcado por fuera con un triángulo. Saca al perro de la habitación y el cubo es sustituido por otros dos iguales, uno marcado con un triángulo y otro con un círculo, ambos conteniendo en su interior un pedazo de carne, para evitar que el perro actúe guiado por su olfato. Cuando el perro vuelve a ser introducido en el laboratorio se dirige directamente al cubo con el círculo. Está claro que no comprendió el concepto abstracto de las figuras geométricas. En realidad, el experimento se realiza un centenar de veces y se obtienen datos estadísticos, que son los que nos indican que el perro va a uno u otro cubo indistintamente, no relacionando la señal del triángulo con la presencia de la carne. Tiene una deficiente capacidad para relacionar signos abstractos.
En otra prueba los investigadores evalúan la memoria fotográfica de los perros testando su capacidad para reconocer imágenes realistas. Le mostraron al setter inglés un cubo con la foto de un pedazo de carne y otro con la foto de unos alicates. El perro siempre miraba primero dentro del cubo con la foto de carne, aunque no obtenía ningún premio de su interior. Sólo unas pocas docenas de perros han sido sometidas a esta prueba hasta la fecha, por lo que aún es pronto para sacar conclusiones definitivas, pero todo apunta a que la especie tiene una alta memoria fotográfica realista. Esto ayudaría a entender ese instinto que tienen para reconocer lugares donde han estado antes.
Si el perro es capaz de catalogar y reconocer nuestras expresiones (corporales y faciales) porque tiene buena memoria fotográfica y, por el contrario, experimenta mayor dificultad para interpretar el sentido de nuestras palabras, es fácil aceptar que deberíamos dar un gran énfasis a nuestra comunicación no verbal durante el adiestramiento. Por lo general, la comunicación no verbal se suele dar de forma inconsciente, pero en este caso la reforzaremos conscientemente.
Perro o extranjero
Tenemos tendencia a gritar al perro, como si fuese uno de esos extranjeros que nos empeñamos en que nos entiendan a base de dar voces cuando no sabemos ni papa de su idioma. Gritar, junto con dar las órdenes militarmente, como si los perros estuviesen haciendo la mili, son dos vicios bastante extendidos. Queremos que nuestro perro cace bien y sabemos que lo hará mejor si lo tenemos bien educado, así que nos ponemos a emitir comandos a voz en grito. ¿Conoces algún cánido que cace gritando? Lobos, coyotes o chacales cazan con sigilo, no andan dando gritos por el campo. El volumen sonoro no es importante a la hora de comunicar las órdenes, sino, como señalé al inicio, el conjunto formal en que tales órdenes se dan. ¿Por qué gritamos entonces a los perros? Pues porque nosotros somos una especie verbal. El lenguaje humano se fundamenta en signos lingüísticos, mientras que el lenguaje animal en señales olfativas, visuales y sonoras.
¿Te has visto cuando le gritas una orden al perro? Si lo haces delante del espejo del lavabo te vas a sorprender. Los músculos fáciles tensos, la boca entreabierta, la mirada fija en el animal, los músculos pectorales dilatan la caja torácica para captar el aire necesario en la violenta emisión de la voz; en definitiva, todos los gestos de un predador amenazante. Y como todas las amenazas, puede provocar en el perro respuestas que van desde bloqueo o una postura de sumisión, hasta una respuesta de defensa agresiva. Ninguna de las cuales es útil para el adiestramiento. Lo correcto es dar las órdenes pausadamente, en un tono de voz medio, con una expresión gestual acorde con lo que le ordenamos y no con los signos de una agresión.
Fuente: http://www.elcotodecaza.com/reportaje/perros/idioma-debemos-usar-educar-perros-caza-111221