A la carne de cerdo se le ha atacado por años, acusándola de ser grasosa, muy mala para el colesterol y encima asociándola con males como la cisticercosis, más conocida como la triquina.
Nada más lejos de la realidad, teniendo en cuenta que la carne de cerdo, correctamente procesada y proveniente de especímenes criados con un adecuado control sanitario y alimenticio, resulta ser muy buena para la salud y sorprendentemente mejor, en algunos casos, que el pollo o la carne.
El 18% de su composición son proteínas de alta calidad, necesarias para proveernos de energía y para la producción celular y tisular.
Su contenido en vitaminas y minerales también es sorprendente.
Esta carne contiene hierro que es muy importante para la formación de glóbulos rojos y para combatir la anemia. Dicho hierro es procesado mejor cuando lo contienen las carnes. También nos provee de magnesio, bueno para los músculos, los huesos y para procesar algunas enzimas. Y no olvidemos el potasio que es beneficioso también, pues este mineral es diurético.
Entre las vitaminas, destacan las del grupo B (tiamina, rivoflavina, niacina y pirodixina) que son importantes para la síntesis de muchas proteínas y grasas que contiene esta carne.
Además, la carne de cerdo tiene la peculiaridad de almacenar todas sus grasas en la piel; por tanto, si la retiramos obtendremos una carne completamente dietética y buena para la salud, a diferencia de las de vaca y pollo que contienen grasas en toda su estructura. La grasa que contiene esta carne es de la buena: el 50% lo forma el ácido oléico, el mismo que proviene del aceite de oliva, buena para el corazón.
Hay miles de maneras de prepararla: a la plancha, a la parrilla, hervida o frita. En todas ellas no solo disfrutaremos de su sabor sino de sus cualidades nutricionales.
Fuente: https://www.3tres3.com/gripe/papel-del-cerdo-en-la-generacion-de-nuevas-cepas-de-influenza_35212/