Durante los meses de noviembre y diciembre en muchos pueblos de España se llevan a cabo las tradicionales matanzas domiciliarias, en las que personas, sin ningún tipo de formación ni interés alguno en ello, matarán al cerdo que han venido alimentando en los últimos meses sin cumplir la normativa vigente de Bienestar Animal.
Las matanzas de cerdos son un anacrónico ejemplo más de la España rancia en la que un animal es el desgraciado protagonista. En el vídeo que verás más abajo, es la amarga sorpresa de un niño la que guía este documento sobre una cruel tradición, que se ha convertido en fiesta.
Durante los meses denoviembre y diciembre en muchos pueblos de España se llevan a cabo las tradicionales matanzas domiciliarias, en las que personas, sin ningún tipo de formación ni interés alguno en ello, matarán al cerdo que han venido alimentando en los últimos meses sin cumplir la normativa vigente de Bienestar Animal.
Los animales que han sido alimentados en los meses previos con el único objetivo de conseguir el máximo engorde posible, son arrastrados desde sus lúgubres e insalubres cochiqueras, muchas veces mediante ganchos clavados en sus gargantas o anos, hasta una mesa de madera donde se les clava una y otra vez un cuchillo hasta que consiguen que muera desangrado, entre chillidos de espanto y sufrimiento.
[Descarga el informe veterinario elaborado por PACMA]
Mientras el Reglamento europeo 1099/2009 determina la obligatoriedad de aturdir a los animales antes del sacrificio y prohíbe herir, arrastrar y, en definitiva, provocar todo dolor o sufrimiento evitable, las matanzas domiciliarias siguen produciéndose sin que nada de esto se tenga en cuenta.
Es por ello que, desde PACMA exigimos a las administraciones competentes que velen por que se cumpla la Ley y dejen a un lado, de una vez, la pasividad que vienen mostrando hasta la fecha, y obliguen a los técnicos habilitados por ellas a hacer cumplir las normas que minimicen el sufrimiento de los animales en sus últimos momentos de vida.
Y es que, los ganchos hendidos, los arrastres a la fuerza, los cuchillos que no aciertan y se hunden una y otra vez siguen campando en la privacidad de las casas particulares, donde nadie controla lo que sucede, y cuya única prueba son los desgarradores gritos que inundan las frías mañanas de los pueblos de España.
Fuente: ECOticias