Combinar el uso de niveles bajos de proteína en la dieta con fuentes de proteína altamente digestibles y con ciertos probióticos puede ser una buena estrategia ante las restricciones crecientes del uso de antibióticos en pienso.
Es bien sabido que la fermentación bacteriana que se da mayoritariamente en el intestino grueso de los cerdos, así como su consiguiente efecto sobre el “ecosistema” intestinal, vienen determinados principalmente por los carbohidratos de la dieta que han escapado de la digestión y absorción en el intestino delgado. Sin embargo, el efecto de la fermentación bacteriana de la proteína de la dieta, que también escapa de la digestión y llega sin ser digerida al intestino grueso, sobre la salud intestinal de los cerdos es menos conocido.
Esta proteína no digerida también constituye un importante sustrato para los procesos fermentativos que tienen lugar en el intestino grueso de los cerdos. La cantidad de proteína fermentable depende de factores como el nivel de proteína en la dieta, la digestibilidad de la misma, la interacción con otros componentes de la dieta o con factores antinutricionales y la secreción de proteínas endógenas en la luz intestinal.
Existe una amplia variedad de especies bacterianas con una gran capacidad para fermentar la proteína no digerida que llega al tramo posterior del tracto gastrointestinal, tales como Escherichia coli, Klebsiella spp., Campylobacter spp., Streptococcus spp., Clostridium perfringens, Clostridium difficile y Bacteroides fragilis. Esta variedad de bacterias explicaría por qué normalmente las dietas con altos niveles de proteína se relacionan con disbiosis intestinales y procesos entéricos que cursan con diarreas.
Fuente: 3tres3