La enfermedad puede ser confundida con una situación normal de parásitos, pero es más compleja y la única solución es la vacunación de las vaquillas durante la gestación. No siempre las cosas son lo que parecen o lo que deberían ser. Cuando acudí a ver casos de mortandad de terneros en dos campos del sur de Entre Ríos, de una misma firma hacienda marca líquida y separados por 40 kilómetros de distancia, recordé el significado de esas palabras.
En uno de los establecimientos, los terneros tenían entre tres y seis meses de edad, productos de la última parición, todos al pie de la madre presentando un cuadro diarreico, decaimiento, pérdida de apetito y apatía. Al moverlos se podía escuchar el típico ruido de líquido “libre” dentro del abdomen. El gran dato es que la diarrea era con sangre.
Sinceramente, lo primero que se me viene a la mente cuando se presenta un cuadro de estos son los parásitos que generan la aparición de sangre en la materia fecal, y dentro de los mismos, los clásicos son los Coccidios. La confirmación del diagnóstico es sencilla, una muestra de materia fecal al laboratorio y ellos observan la presencia de los Ooquistes (esta es la forma en que este parásito sale del cuerpo del animal infectado) en las heces, a la espera de un nuevo huésped para parasitar. Es muy importante tomar la muestra de materia fecal de terneros con una evolución de la enfermedad no menor a las 48 horas de aparecidos los síntomas clínicos, puesto que recién en ese periodo aparecen los “huevos” de estos parásitos en la bosta. Caso contrario, nos puede dar un resultado negativo y errar el tratamiento.
Fuente: Agromeat