Nunca ha habido paz con los transgénicos. La de los organismos modificados genéticamente (OMG) es una historia de opiniones encontradas. El debate sobre su seguridad alimenticia y su impacto en el medio ambiente y en otros cultivos parece no tener fin. Y ahora la batalla ha saltado también al ámbito empresarial con la oferta de la farmacéutica alemana Bayer de más de 55.000 millones de euros para adquirir Monsanto, el gigante norteamericano de estos organismos modificados.
En medio de las carreras bursátiles que la OPA haya podido generar, la Academia Nacional de Ciencias de EEUU publicó hace días un potente informe que revisaba todas las investigaciones publicadas sobre el impacto de los transgénicos desde que se comenzaron a utilizar hace tres décadas. Y sus conclusiones han vuelto a airear el viejo debate.
Hay dos ideas principales que se extraen del informe. La primera es que los alimentos procedentes de organismos modificados son tan seguros como los que se producen a partir de cultivos convencionales. Y la segunda revela que la resistencia de los OMG a ciertos herbicidas e insecticidas está provocando un ‘grave problema agronómico’. Cal y arena para la industria y los ecologistas y combustible para un debate que no cesa.
Para muchos el informe zanja el debate sobre la seguridad de estos cultivos para la salud de los consumidores. En cambio, quienes ya tenían una posición contraria a los transgénicos no se han contentado con las conclusiones. ‘El estudio no es tan tajante como parece’, asegura Luis Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace España. ‘Los autores señalan que los trabajos de los que se dispone aún tienen deficiencias. Por ejemplo, no existen estudios que analicen las posibles alergias que pueden provocar las proteínas que se le añaden a estos transgénicos’, añade. Es cierto que el informe indica las carencias de algunos estudios y se ciñe sólo a las investigaciones de las que se disponía, pero también resalta que no hay ningún trabajo en 30 años que haya demostrado daño alguno de los organismos modificados a los consumidores.
Quizá la vertiente que más controversia ha generado es la de los impactos sobre otros cultivos. La industria de la agricultura modificada genéticamente tiene muy desarrolladas las variedades de algunos cultivos, como el maíz MON-810 de Monsanto -el único autorizado para su cultivo en Europa-, que resisten la aplicación de determinados herbicidas. En los cultivos transgénicos resistentes a estos productos químicos, se planta la semilla junto con el herbicida desde el primer momento. En cambio, los cultivos convencionales han de aplicarlos a ras de suelo después de que la planta haya crecido para que sólo acabe con las malas hierbas y no afecte al cultivo.
‘Cuando se habla del daño que están causando las resistencias sobre el sistema agrícola, no se puede hablar de que lo causen los transgénicos en general, porque no todos los transgénicos son resistentes a herbicidas’, asegura José Miguel Mulet, autor de Comer sin miedo y profesor de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia. En cambio, ecologistas y opositores a estos cultivos modificados han visto una fisura por la que conducir sus dudas y sus críticas. ‘Los transgénicos vinieron a solucionar los problemas agrícolas y a acabar con el hambre en el mundo, pero este estudio refleja que la producción que se obtiene no es mayor que con la agricultura convencional y que en cambio están provocando un enorme problema en la agronomía por la resistencia a herbicidas e insecticidas que podrían afectar a otros cultivos’, opina Ferreirim.
La agricultura ecológica también utiliza productos contra las plagas de origen natural que están autorizados por los organismos reguladores, como la bacteria Bacillus thuringiensis. ‘Precisamente una proteína de ese microorganismo es lo que usa el maíz BT como insecticida’, explica José Miguel Mulet. ‘Resulta que en la agricultura ecológica pueden usar la bacteria, pero si usas el gen que produce esa proteína en un maíz para protegerlo contra una plaga, entonces es peligroso’, ironiza Mulet.
La contaminación de variedades no modificadas a través de la polinización de los organismos transgénicos ha sido siempre otro de las grandes críticas sobre todo de los agricultores ecológicos, a los que los organismos reguladores no les permiten la presencia de transgénicos en sus productos. ‘No es que pueda ocurrir, es que ya hay casos de hibridación y contaminación de cultivos ecológicos y de plantas silvestres en Aragón y Cataluña’, explica Víctor Gonzálvez, director técnico de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. ‘De hecho, los cultivos de maíz ecológico prácticamente han desaparecido en España porque es imposible aislarlos de los transgénicos’, afirma.
Para los ecologistas, el informe no ha atendido a una de sus principales reclamaciones. ‘Es una oportunidad perdida para comparar la agricultura convencional y los transgénicos, con la ecológica’, dice Ferreirim.
La ciencia media en el debate de los OMG
Hasta ahora, las opiniones sobre la conveniencia de los alimentos transgénicos han estado dominadas por un discurso pasional que muy difícilmente podía apoyarse en datos científicos sólidos. Por primera vez en 30 años, se ha hecho una revisión profunda de la literatura científica que permite sacar algunas conclusiones. Salud humana. En este punto el informe de la Academia Nacional de las Ciencias de EEUU es tajante. ‘El comité ha examinado los datos epidemiológicos de incidencia de cáncer y otros problemas humanos de salud a lo largo del tiempo y no ha encontrado evidencias de que los alimentos procedentes de transgénicos sean menos seguros que los convencionales’, señala. Insectos. El estudio señala el daño que los organismos resistentes a plagas podrían hacer a otros cultivos. Los productores ecológicos se quejan de que su principal herramienta, el Bacillus, podría dejar de servir en cultivos ecológicos. Otros cultivos. Indica que los daños aparecen sólo en los lugares donde no se cumple el Catálogo de Buenas Prácticas de los transgénicos.
Fuente: El Mundo