Este tema, cada vez con más frecuencia, se comenta entre los consumidores y en la prensa. Con más de 30 años de experiencia en la industria de alimentos balanceados y en la producción de pollo de engorda, puedo asegurar que las hormonas, específicamente la de crecimiento, no se usa ni como aditivo en el alimento ni inyectado.
Los adelantos logrados en genética, nutrición, alimentación y bienestar animal permiten que los pollos logren un peso aceptable para consumo humano a un mínimo costo para los avicultores y precio razonable para el consumidor.
Esta semana la MVZ Pilar Castañeda Serrano, consejera del INA e investigadora de la UNAM, explicó que el incremento en el peso de los pollos en tan poco tiempo (entre cuarenta y nueve y cincuenta y seis días) se debe al mejoramiento genético que los especialistas han logrado en los animales a través de cruzas de las mejores aves. Asimismo aclaró que, las hormonas no son necesarias en el pollo, “el tiempo que tarda la hormona en actuar superaría por mucho el periodo de crecimiento del pollo, por lo que los resultados no podrían ser visibles y el beneficio sería nulo”.
La recurrencia de este mito se basa, en algunos casos, a falta de información y en otros a personas o grupos con intereses ambientalistas y naturistas. También, la tendencia a enfatizar el bienestar de los animales, principalmente los producidos comercialmente, influye en la constante repetición del tema.
La mayoría de los productores avícolas de México y de muchos otros países, aplican los avances tecnológicos a sus operaciones de producción de manera que los animales estén, en lo más posible, en su zona de confort.
Iván R. Balconi, BS, MS, PhD