En el INTA trabajan en el desarrollo de una vacuna contra la leucosis bovina enzoótica, una enfermedad que genera grandes pérdidas en el sector ganadero. Sería la primera del país elaborada a partir de un virus modificado genéticamente y estiman que podría estar disponible en el año 2020.
Agencia TSS — La leucosis bovina enzoótica (LBE) puede infectar a la mayoría de las vacas en un rodeo, aunque solo algunas —en general, las mayores de tres años— desarrollan síntomas, en particular un tipo de tumor denominado linfosarcoma, que es mortal. El resto se convierte en portador del virus y constituye la principal fuente de contagio. Además, las vacas contagiadas pueden tener menos defensas frente a otras enfermedades y producir menos leche.
“Genera un impacto encubierto y silencioso porque produce muertes en el 10% de los animales que se infectan, así como una pérdida de la capacidad productiva. Casi el 100% de los tambos tiene un alto nivel de contagio, del 80% o más”, dice Karina Trono, directora del Instituto de Virología del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA). Según Trono, aunque los productores no suelen considerar esas muertes como una consecuencia de la enfermedad porque se confunden con otras, la LBE genera un lucro cesante que, en el mundo, “representa millones de dólares que pierde el sector productivo lechero”.
Teniendo en cuenta esta situación, Trono está desarrollando, junto con un equipo de alrededor de diez investigadores del INTA, una vacuna elaborada con el virus de esta misma enfermedad pero atenuado mediante una modificación genética. De ese modo, esperan generar una protección frente a la cepa natural: “En un ciclo completo de reposición, que lleva alrededor de cinco años, se podría liberar al rodeo de la infección de campo”, explica la investigadora y apunta que ya pasaron las pruebas de concepto, así como también las preliminares y de protección. “Ahora, estamos haciendo las pruebas de eficacia en condiciones productivas en un tambo del INTA en la provincia de Santa Fe, que tiene todo su sistema de manejo equiparado a un sistema comercial y vende a la cadena láctea”, afirma Trono, y agrega que el lugar también permite los controles y el acceso al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), que era uno de los requisitos que dicha entidad les había solicitado para autorizar la investigación.
“El expediente requiere informes de manera regular, por ejemplo, si los resultados muestran que la cepa —del virus— no es atenuada como nosotros declaramos, hay que suspender la prueba, o si alguna de las vacas tiene una carga viral superior a la pronosticada, también hay que sacarla del experimento, y así muchos otros puntos de control que tenemos que declarar constantemente”, ejemplifica Trono.
Esta clase de requisitos, establecidos por SENASA y la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), estuvieron entre los desafíos más complejos que tuvieron que atravesar: “Tardamos un año y nueve meses para obtener el último permiso, para el uso en un tambo comercial. Es la parte más dura porque hay que mostrar con evidencias que no se van a generar posibles efectos adversos”.
Historia de un virus atenuado
De resultar exitoso, este desarrollo podría convertirse en la primera vacuna desarrollada en laArgentina con un virus genéticamente modificado. “Hay vacunas con proteínas recombinantes generadas en virus modificados, pero no son vacunas de virus”, aclara Trono y recuerda que todo se originó hace más de veinte años tras un congreso junto con un colega de la Universidad de Liège, en Bélgica, con quien desarrollaba investigaciones en conjunto y luego estableció una estrategia colaborativa para esta investigación.
“Al principio, no buscábamos una vacuna sino conocer cómo era el virus, que es similar al del VIH, para ver si servía de modelo para otras infecciones, hasta que nos dimos cuenta de que teníamos que usarlo para la nuestra”, recuerda la viróloga, que comenzó a estudiar este virus en 1992, y explica que el equipo belga conformado por tres investigadores aportó el diseño genético, mientras que la prueba de concepto, las primeras inoculaciones y el resto de las tareas posteriores las realizó el INTA.
“Estuvimos dos años dedicados al desarrollo primario de la cepa modificada en sí misma. En 2008, empezamos las primeras pruebas en animales con la aprobación de SENASA y CONABIA, y recién en 2015 empezamos el ensayo a campo en condiciones productivas. Esperamos tener los primeros resultados de eficacia en 2018, que se validarán durante esos dos años mediante el seguimiento de los 30 animales que hemos vacunado”, detalla la especialista, y adelanta que, si bien esta etapa terminará en 2020, ya en 2019 empezarán con el trámite de registro comercial. Además, el desarrollo ya cuenta con un pedido de patente (entre el INTA y la Universidad de Liège) en evaluación, tanto en la Argentina como en otras partes del mundo.
Hasta hoy se trata de un desarrollo público financiado por completo por el INTA, que posiblemente en 2018 se anuncie para ser transferido a empresas interesadas en llevar este desarrollo a escala comercial: “Puede que se abra una convocatoria, con el requisito de que la licencia permita que el producto esté disponible en la Argentina, porque hay negociaciones de transferencia que sacan el producto del mercado o a veces solo benefician al sector farmacológico, pero nosotros queremos que también se beneficie el sector primario”, advierte Trono. Y concluye: “Es un caso especial porque tiene un beneficiario social y otro que va a ser la empresa que tome el desarrollo, porque puede permitir solucionar la sanidad a todos los rodeos argentinos y ofrecer leche y carne segura al mundo. Le abre garantías sanitarias al país y le da buenas perspectivas comerciales, mientras que al inversor privado le sirve porque adquiere un producto que se usará en todos los animales de tambo”.