Cultivos ecológicos sin pesticidas industriales, ¿cómo lo hacen?

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La agricultura ecológica utiliza diversos métodos y sustancias “naturales” para combatir las plagas.
Los productores de agricultura ecológica no pueden utilizar pesticidas industriales, ya que los consideran nocivos para el medio ambiente y la salud de los consumidores. En este artículo varios expertos en agricultura ecológica explican cómo combaten las plagas, incluso cuando la prevención no es suficiente, y señalan los inconvenientes y desafíos de los pesticidas ecológicos.

Agricultura ecológica: así combate las plagas

Alain Sabalza, técnico del Consejo de Agricultura y Alimentación Ecológica de Euskadi (ENEEK), explica que la lucha ecológica contra los parásitos consiste en mantener su población en unos niveles aceptables sin pretender eliminarlos. El objetivo es lograr un equilibrio entre todos los elementos del agroecosistema, de manera que se autorregule. Para ello, se utilizan varias prácticas preventivas:

Mantener la biodiversidad: tanto en los cultivos como con vegetación a su alrededor.

Aprovechar los antagonismos: se alternan cultivos inhibidores del patógeno con otros que hospedan poblaciones antagónicas. Asimismo, diversas asociaciones de plantas tienen efectos inhibidores o biocidas y algunas especies hacen de planta “trampa”.

Aportar materia orgánica: se estimula la población microbiana del suelo que protege de ciertas plagas.

Utilizar un calendario de plantación adecuado: en algunos casos siembras tempranas pueden evitar ataques severos de plagas.

Regar de forma correcta: puede prevenir el crecimiento de determinados patógenos.

Los agricultores ecológicos utilizan también insecticidas “naturales”. Leire Ibarretxe, técnica de Biolur, la Asociación para el Fomento de la Agricultura Ecológica en Guipúzcoa, aclara que hay muchas clases, que provienen de extractos de plantas (los más empleados, extracto de Neem, piretrinas o extracto de crisantemo, quassia amara, preparados de helecho, ortiga, etc.), minerales (jabón potásico) o biológicos (Bacillus thuringiensis, virus de la granulosis de la carpocapsa, etc.), incluso enemigos naturales (sueltas de insectos), que se eligen en función de la especificidad, del tipo de plaga y de su intensidad.

Cuando la prevención no es suficiente

Mariluz Alonso, doctora en Ciencias Químicas e investigadora de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), señala que si la plaga es muy fuerte, los insecticidas “ecológicos” no pueden actuar, “y en la mayor parte de los casos, sus efectos tardan días en notarse, por lo que se tienen que combinar con otros productos y/o técnicas”.

Si la prevención no tiene éxito, según sabalza, se utilizan tres métodos: físicos (preparados fitosanitarios, como colas entomológicas, trampas cromáticas y cebos luminosos, mosquiteras en ventanas de invernaderos, etc.); biológicos (organismos antagonistas para disminuir la capacidad del patógeno); y químicos (biopreparados, productos vegetales y minerales que refuerzan la resistencia de plantas, inhiben el desarrollo de los parásitos o actúan como insecticidas).

Cuando se recurre a estos insecticidas, Leire Ibarretxe indica que ya hay un desequilibrio en el sistema y los tratamientos más suaves “a lo mejor no tienen la suficiente eficacia”. Sin embargo, sostiene que en producción ecológica siempre se cuenta con un porcentaje de posibles pérdidas de entre un 10% y un 20% según cultivos. Además, en un huerto ecológico se manejan entre 20 y 30 especies diferentes (según temporada) por estación, de manera que el riesgo está muy diversificado.

Inconvenientes y desafíos de los pesticidas ecológicos

Alain Sabalza afirma que para lograr el mismo rendimiento que la agricultura convencional se requiere más conocimiento y puede involucrar más trabajo, más riesgo y más incertidumbre. A cambio, añade Leire Ibarretxe, se obtienen unas cosechas sin productos nocivos para el medio ambiente ni la salud de los consumidores y se cuida la tierra para futuras generaciones.

José Miguel Mulet, doctor en Química y profesor de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), asegura que algunos métodos “ecológicos” no lo son tanto y apunta algunos ejemplos: el espinosad, insecticida estrella en agricultura ecológica, es poco específico y mata a abejas y otros insectos beneficiosos; las rotenonas se han asociado a enfermedades como el Parkinson; la bacteria Bt se espolvorea por el campo pero si se pone en plantas transgénicas ya no es “ecológica”; algunas sustancias “naturales” son menos biodegradables que las “sintéticas”; o los insectos antagónicos que se convierten al final en otra plaga.

Víctor Gonzálvez, coordinador del equipo técnico de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), reconoce que necesitan mejorar más sus técnicas: “muchas recetas caseras a base de plantas, como los extractos de ajo, requieren de mayor investigación para conocer sus propiedades”.

La ciencia puede ayudar a mejorar los cultivos y minimizar el impacto en el medio ambiente. En el Departamento de Química Analítica de la UPV/EHU, donde investiga Mariluz Alonso, se desarrollan insecticidas microencapsulados. “Se forma una capa alrededor de un compuesto activo para liberarlo de forma controlada y más segura para el agricultor y el medio ambiente. Al ser de tamaño micrométrico, pasa desapercibido para el insecto”, según la investigadora.

Mulet señala que en el Centro de Ecología Química Agrícola (CEQA) de la UPV realizan investigaciones muy interesantes, como el uso de feromonas, zeolitas y moleculas que inhiben el desarrollo normal del insecto.

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