La carne cultivada

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La carne cultivada

En un futuro cercano podríamos estar consumiendo filetes y hamburguesas producidos en un laboratorio. ¿Por qué esto sería una excelente noticia para todos los seres vivos del planeta?

En 2013 el mundo científico y el consumidor informado tragaron saliva al enterarse que el Profesor Mark Post de la Universidad de Maastricht presentaba la primera sesión de degustación pública de una hamburguesa preparada con carne —tejido muscular— producida en el laboratorio a partir de células madre de una vaca, una idea que ya se discutía en el medio científico desde principios de siglo. Las células madre tienen la capacidad de diferenciarse y, dependiendo del medio en el que se encuentren, dar lugar a cualquier tipo de célula del organismo. Los mioblastos musculares son células precursoras del tejido muscular.

Empecemos por cómo llamar a esa carne. Inicialmente se denominó “carne limpia”, en referencia a que su producción sería limpia con respecto al impacto al medio ambiente. A muchos innovadores, científicos e inversionistas que trabajan en el tema no les gusta. Podría ser “carne in vitro” o “de probeta”, pero suena muy artificial no obstante que biológica y químicamente es en efecto carne in vitro o de probeta. Quizá un buen término sea “carne basada en células” que podría resumirse como “carne celular” a la usanza del pleonasmo químico-biológico ya cometido con el término “carne orgánica”. O tal vez “carne artesanal”; ya tenemos “cerveza artesanal” que representa, ante la cerveza industrial, sinónimo de calidad, de habilidad y conocimiento, de independencia y muy particularmente, de innovación. A mi me gusta “carne cultivada”. Este siglo se recordará en el futuro como el siglo en el que aprendimos a cultivar nuestros alimentos pecuarios, como lo hicimos hace 1 000 años con los vegetales.

Va a hacer falta un buen nombre, por lo pronto quedémonos con el de carne cultivada. Más importante es saber por qué convendría mucho disponer de ella.

El impacto ecológico

Nos acercamos al fin del primer cuarto del siglo XXI con una crisis ambiental originada por muy diversos factores, y a la que contribuyen preponderantemente la producción de leche, huevos y, muy particularmente, carne. Así, el excesivo consumo de carne en el mundo puede asociarse con problemas de seguridad alimentaria como consecuencia del costo ambiental que implica convertir proteína vegetal en proteína animal. En un artículo de la revista Science publicado en junio de 2018, Joseph Poore y Thomas Nemececk, investigadores de la Universidad de Oxford, cuantifican el impacto ecológico de lo que comemos y muestran que la carne es lo menos sustentable de nuestra dieta; por la forma en que se produce actualmente es lo que más afecta al medio ambiente.

La producción de carne es la principal fuente de generación de metano, el segundo gas responsable del cambio climático que ya estamos viviendo. El metano atrapa el calor 25 veces más que el dióxido de carbono.

En cuanto al uso del suelo, para tener buenos filetes se requiere en promedio 17 veces más tierra que para producir la misma cantidad de proteína de soya y utilizar 15 000 litros de agua por kilogramo de carne, lo que contrasta con la producción de 1 kg de cereales, para los que se utilizan entre 0.3 y 1 litros de agua. Recordemos que sorgo, maíz, soya, entre otros granos, son la principal fuente de proteína para alimentar animales y que, en promedio, solo un 25 % la recuperamos como proteína animal.

Como si esto no fuera suficiente para decidirnos a modificar el sistema de producción de carne, existe una creciente preocupación de muy amplios sectores de la sociedad por el maltrato a los animales que nos comemos, sobre todo a los que se tiene en condiciones de estricto confinamiento, única forma de lograr altas eficiencias y control en el proceso de producción. LEER MÁS . . . http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/249/la-carne-cultivada