Uno de los mayores problemas que hoy enfrenta México es su pérdida de capital natural: erosión y pérdida de fertilidad de los suelos; reducción y desaparición de especies; deforestación; contaminación de aguas; pérdida de biodiversidad en flora y fauna; efectos en el cambio climático; etcétera.
Ello ha sido ampliamente documentado tanto desde una óptica científica y ecológica, por diversos centros de investigación como el Instituto de Ecología (Inecol), como desde una perspectiva económica y social.
Ese fenómeno es multifactorial, pero las actividades agropecuarias tienen una elevada incidencia como resultado de la ampliación de la frontera de tierras para producción, a costa de bosques y selvas, y de sistemas productivos inadecuados, en particular la ganadería.
Según el Inegi, de la superficie total nacional de terrenos rurales (190.3 millones de hectáreas en 2016), más de una tercera parte (64 millones de hectáreas) se destinó a actividades ganaderas, a lo que se suman siete millones destinadas a la producción de alimentos para ganado y forrajes (alfalfa, maíz, sorgo, avena, etcétera), donde se sitúan cerca 33.5 millones de cabezas de ganado bovino.
El caso de Veracruz es particularmente delicado, ya que 54 por ciento de la superficie rural se destina a la ganadería —la tercera entidad en porcentaje del total después de Tabasco y Sonora— y tiene un hato ganadero bovino de 4.2 millones de cabezas, el mayor del país y que representa 12.5 por ciento del total nacional.
El sistema ‘tradicional’ ganadero en regiones tropicales y subtropicales, como las de ese estado, se ha caracterizado por una expansión de áreas para pastoreo con la consecuente disminución de vegetación boscosa y de zonas arboladas, aumento de la erosión y de la degradación del suelo, junto con el uso de fertilizantes químicos, herbicidas, insecticidas, desparasitantes y antibióticos para los animales.
Ello ha propiciado un grave deterioro del capital natural y pérdidas económicas para los ganaderos, lo que se traduce en un círculo vicioso: menor productividad-mayor intensidad en el uso de químicos-menor productividad. Como ha señalado en múltiples publicaciones el Dr. Gonzalo Halffter, investigador emérito del Inecol, “la ganadería convencional no es sostenible ambientalmente a largo plazo”, particularmente en el sur-sureste del país.
De ahí que es impostergable instrumentar sistemas silvopastoriles adecuados al entorno natural y ecológico de cada región, que consisten en combinar el desarrollo de varios tipos de pastos, leguminosas herbáceas, árboles y arbustos forrajeros; reintroducir o multiplicar la fauna en los suelos; incrementar la cobertura vegetal y la biodiversidad; reducir/eliminar las fuentes de contaminación del agua; y establecer prácticas de pastoreo y de alimentación animal sustentables, de manera que mejoren la productividad y la rentabilidad ganadera.El reto no es menor.
A diferencia del pasado en el que cambios en sistemas productivos agropecuarios era una tarea que dependía o se le asignaba al gobierno vía subsidios, con muy poco éxito por cierto, ahora se requiere la intervención de diversos actores de manera coordinada: científicos para definir las necesidades de restitución del capital natural; ganaderos que son los instrumentadores de los sistemas silvopastoriles; gobiernos para alinear las políticas públicas y los apoyos; e instituciones financieras para fondear las operaciones con una visión de rentabilidad.
Además, se necesita organización productiva, ya que un aspecto clave del éxito de estos sistemas es la escala para lograrlo, sobre todo en una región como el sur de México en el que la atomización de las tierras es elevada.
Si bien ya existen diversos esfuerzos que apuntan a la implantación de sistemas silvopastoriles (norte del país), en el sur-sureste sólo hay casos aislados. Se requiere impulsar un proyecto ambicioso de largo alcance, antes de que el deterioro natural y productivo sea irreversible.
Fuente: El Financiero